miércoles, 22 de marzo de 2017 | Por: Pedro López Ávila

Presentación nuevo poemario

Tengo el placer de invitaros a la presentación de mi nuevo poemario:

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martes, 10 de enero de 2017 | Por: Pedro López Ávila

LOS YOUTUBERS


Aquellos que tienen demasiada prisa por la fama o por significarse dentro de esta globalizada sociedad, parece que han encontrado la herramienta más eficaz para el acercamiento a las masas y lanzarse a la popularidad. Todo esto, en el más delirante espectáculo social que jamás podría haber concebido la imaginación. La aparición de You Tube, en apenas diez años de existencia, ha potenciado la exaltación individualista y ha convertido a las dóciles masas, en verdaderas ejecutoras del arribismo y de la golfería indecente y miserable. Cualquier técnica o medio científico que contribuya al desarrollo y progreso individual o de la totalidad no es, por sí misma, ni buena ni mala, es neutra; por tanto, no se podría verter calificativos sobre You Tube, en cuanto a lo que significa como avance técnico científico de nuestra época o como algo necesariamente negativo. Bien distinto es el uso que se haga de la misma. 

Los bastonazos que recibían la clase dirigente, (políticos historiadores, filósofos, pensadores etc..) a través de los artículos periodísticos en otro tiempo, han sido suplantados por las imágenes que cualquier “rascalatas” puede subir en vídeo a la red, con autorización o sin ella de los afectados por sus contenidos, que dejan a muchos damnificados en el camino. You Tube ha tenido tal grado de impacto en la cultura de nuestro tiempo que se está convirtiendo en el elemento catalizador de las decisiones de la muchedumbre, y lo que me parece más importante aún, forma parte del paisaje cultural de nuestro tiempo, a tal extremo, que se podría decir, sin mucho riesgo a equivocarnos, que el éxito o el fracaso de una determinada opción política tiene bastante que ver con este nuevo formato de presentar la realidad, no como es, sino como algunos creen que debería ser, según los intereses de cada cual. Si no, que se lo pregunten al Sr. del tupé y de los morritos.

You Tube tiene muchísima más influencia que cualquier medio de comunicación y que la propia televisión desde hace más de un lustro y su progresión exponencial es verdaderamente demoledora, a pesar de los latentes peligros temáticos que encierra: xenofobia, racismo, fascismo, comunismo apolillado, burlas deplorables de los aspectos físicos de una etnia o del individuo concreto, peleas entre adolescentes, bullying y, en fin, un salvajismo tan atroz y cruel que ha llegado a ofrecernos hasta imágenes grabadas por grupos terroristas de decapitaciones. En fin, la barbarie y la desolación servidas a domicilio.

Significar, cómo no, por otro lado, el importantísimo avance que ha supuesto de modo muy eficaz su utilización como medio, para la comunicación con la ciudadanía, para unir lazos entre los pueblos, su utilización con fines educativos del acontecimiento histórico o científico, o de cualquier rama relacionada con el saber y con el conocimiento. De la misma manera, ha sido una gran ayuda en el campo de la medicina para un mejor conocimiento y prevención de determinadas enfermedades. Por supuesto que, también, para la promoción de artistas del mundo del espectáculo, de las artes plásticas, de la cultura en general o de los políticos. Estas y un sinfín de bondades también se le puede atribuir a la aparición de You Tube. Por supuesto que sí.

A mi parecer esta manera de ofrecer información desde cualquier lugar del planeta es el nuevo campo de batalla del poder en este inicio del S. XXI, manipulado, no sólo por la industria de productoras audiovisuales (independientes o menos independientes), sino por otros, a la sombra, pertenecientes a grupos de presión y por el público en general.
Antes bien, a mi parecer esta manera de ofrecer información desde cualquier lugar del planeta es el nuevo campo de batalla del poder en este inicio del S. XXI, manipulado, no sólo por la industria de productoras audiovisuales (independientes o menos independientes), sino por otros, a la sombra, pertenecientes a grupos de presión y por el público en general. Los Youtubers han basado su función en dirigirse hacia un sector de la población, en su inmensa mayoría gente joven, a veces extremadamente joven, que se limita exclusivamente en presionar con el dedo índice el botón izquierdo a algo que llaman ratón, señalando a uno o a varios de sus apartados que el mismo ordenador o computadora ya tiene preestablecidos: “me gusta”, “compartir” o en el mejor de los casos otro que dice realizar un comentario que nunca podrá exceder los 140 caracteres (cada carácter es una letra, número signo de puntuación, símbolo etc..). Vamos, reflexiones elaboradas en el concepto o en la idea parece que no son.

Así que, si alguien cree que el consenso en los despachos es suficiente, que se le vaya la idea de la cabeza, pues los youtubers son capaces de deshacer con sus movilizaciones cualquier acuerdo al que pudiera llegarse en esta lucha que mantienen con el poder político o con los medios de comunicación tradicionales. Estos nuevos grupos tienen tanta influencia social, entre otras razones, porque hay que pensar muy poco o nada. Los Yooutubers tan solo necesitan una persona, con ciertos rasgos carismáticos vociferando, un grupo de amigos, una persona con un teléfono móvil grabando una secuencia determinada y subirla a la red para movilizar a las masas. Lo que sucede es que algunos no han llegado todavía a comprender el acontecimiento y otros están a medio camino.




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sábado, 3 de diciembre de 2016 | Por: Pedro López Ávila

La cultura de los 140 caracteres


Aunque todos lo sabíamos que la mentira, si está bien gestionada, dominaría al mundo; en esta era de Internet se está confirmando y consolidado, sobradamente, esta creencia. Leo en un periódico de tirada nacional en el que Paul Horner de 38 años, tras una entrevista en The Washington Post aseveraba que la culpa de que Donald Trump haya ganado las elecciones en Estados Unidos era suya. Es más, aseguraba: “Sinceramente, la gente definitivamente es estúpida, nadie comprueba nada y así es como ganó Trump“. Este tal Horner (que maneja, al parecer, una decena de páginas web de noticias falsas) inventó haber cobrado 3500 dólares del equipo de Hillary Clinton para protestar durante un mitin del candidato republicano. Noticia difundida tuiteda y compartida por miembros del propio Trump, incluido, el presidente electo y su jefe de campaña. Esta y otra serie de mentiras amontonadas, una tras otras, que han circulado por las redes sociales de forma vertiginosa pudieran haber sido determinantes para que Donald Trump haya alcanzado la presidencia de la Casa Blanca o, tal vez, vuelva a reírse nuevamente de todo el mundo impunemente este menda, llamado Horner.

Hasta acabada la segunda guerra mundial el periodismo no se tomó como un medio objetivo, (aunque, afortunadamente, nunca lo fuere). El falseamiento de la información, que se vertía en los medios de comunicación había sido hasta entonces una herramienta imprescindible y esencial para el alcance de logros políticos y militares. En definitiva, un arma estratégica, cuyo objetivo final era la manipulación al servicio de los intereses de los grupos dominantes del poder; sobre todo, cuando había estado al servicio de los modelos totalitarios, tal y como nos demuestra nuestra historia más reciente. Sin embargo, a partir de la entrada en escena de las redes sociales, la información y desinformación conviven con la mentira, con los resentimientos de los justicieros, con los señalamientos, con la injuria, con la calumnia y con la ofensa, hasta llegar a convertirse en la lacra de esta democracia cada vez más indefensa.

Se trataría, pues, de una avalancha inmisericorde de mentiras organizadas y amplificadas en las redes, a fin de instalar el miedo y la ansiedad sobre el individuo; todo esto, organizado y agitado desde viles intereses económicos o partidistas, hasta alcanzar un beneficio personal. Claro, que, en rigor, tampoco podríamos decir que desde siempre no haya habido historiadores, jueces, políticos filósofos o escritores que no tengan su tendencia y su partidismo. En general, desde la primera página de un periódico o de cómo se abre un informativo en radio o en televisión, debe ser suficiente para corroborar por dónde va cada uno. De la misma manera ocurriría con lo que llaman investigación histórica. La misma documentación no tiene garantía absoluta de conocer la verdad, porque el que hace investigación lleva una tendencia anterior a la hora de elegir sus datos y tres cuartos de lo mismo con los jueces, filósofos periodistas o economistas que, al final, son más apasionados que los poetas renacentistas. Esto lo vemos mejor con los tertulianos televisivos de esta época, cuando un mismo hecho social, político o individual, tiene mil testimonios contrarios y mil versiones distintas en las que, por cierto, cada uno se responsabiliza de lo que dice.

Lo que no puede ser es que la cultura de los 140 caracteres se haya impuesto de forma definitiva, con absoluta impunidad, a tal extremo que tenga, sin fundamento verificable, más poder que el argumento sólido y que la reflexión crítica, serena y rigurosa de la realidad. No se puede consentir que el insulto, la amenaza, el sectarismo, la mezquindad, la xenofobia, la homofobia, la zafiedad y sobre todo, la incultura se encumbren por encima de la libertad hasta llegar a convertir las redes sociales en auténticos semilleros de odio y crueldad, en el despropósito acumulativo del rencor, enraizado en la envidia y sustentado en la mentira.

En este tiempo en el que existe mucha gente, que no ha dado nunca un palo al agua y que está abocada a morir de hambre o vivir de la política, ha encontrado en las redes y en Internet un modo de adornar su estupidez o de superar sus propias carencias, mediante la amenaza al oponente político y a su linchamiento moral, ejecutando la mentira encapsulada en 140 palabras. Dicho de otro modo más genérico: cuando un político, empresario actor o cualquier otro que sobresalga en este perro mundo, pueda tener carisma o presencia social relevante, puede darse por finiquitado si salen a por él o a por ella los que movilizan todo esto. Es igual todo. El caso es debilitar al otro hasta su hundimiento. Baroja decía: “para arrastrar a una multitud, lo que se necesita son palabras sonoras, gritos, una canción, una bandera, un tambor. Ideas, ¿para qué?.“

Hoy se podría decir que ni eso se necesita, tan sólo es importante estar conectados Internet, vileza moral, falta de instrucción y una gran ignorancia.

Artículo publicado en IDEAL (lunes 28 de noviembre) y en Ideal en clase:
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miércoles, 30 de noviembre de 2016 | Por: Pedro López Ávila

EL BOSCO


Decía Rilke: “No hay nada que sea menos apropiado para abordar una obra de arte que las palabras críticas: con ellas se consiguen siempre malentendidos más o menos afortunados” Y es que en cualquier obra de arte, si tiene carácter propio, perdurará en el tiempo, a pesar del implacable sentido efímero que pesa sobre nuestra vidas. Sin embargo, el misterio indecible e inefable del que se ve rodeada la obra de arte hace de ella, en sí misma, que sea intemporal. La Exposición conmemorativa del V Centenario de la muerte del Bosco en el Prado ha sido la exposición más visitada en la historia del museo desde su fundación en el año 1819.

Destacar de antemano que la inconmensurable colección de boscos que ha albergado El Prado ha resultado un trabajo ingente, concienzudo y de una complejidad tal, que se ha hecho necesario recurrir a obras prestadas, procedentes de Lisboa, Viena, Boston, Nueva York, Washington, París o Venecia. Como referencia, cabe comentar a modo de ejemplo, que el tríptico de las tentaciones de San Antonio Abad, considerado por críticos e historiadores de arte como una de sus obras maestra y apreciado como un tesoro nacional portugués, sólo podía salir hacia España tras la deliberación del Consejo de Ministros luso y el subsiguiente convenio entre el Ministerio de Educación y Cultura español con el Ministerio de Cultura portugués. Por estas y un sinfín de dificultades técnicas añadidas, entiendo, que va a ser harto dificultoso que se vuelva a revisitar una muestra tan completa como la que nos ha legado el genio de ´s-Hertogenbosch.

Se sabe muy poco de la vida de el Bosco. Su nombre era Jheronimus van Akem y fue conocido en su época con el nombre que el mismo eligió para firmar sus obras: Jheronimus Bosch, el Bosco en España; debió nacer sobre el año 1450 y vivió casi toda su vida hasta su muerte en 1516 en la ciudad que lo vio nacer en ´s-Hertogenbosch, la actual Holanda. Descendiente, en cuarta generación, de una familia de pintores, tuvo un enorme éxito en su época y gozó de una gran popularidad durante siglos hasta tal punto que vendió en vida prácticamente toda su obra a personajes de alta alcurnia de la época y de las clases sociales más altas; se sabe también que sus discípulos, colaboradores de su taller y seguidores, copiaron su obra, la imitaron y, lo que es peor, falsificaron su firma. A partir del S. XX la obra de el Bosco se ha convertido en un indiscutible referente del arte occidental.

El vínculo existente entre la iglesia y el arte es patente en la época del pintor, los artistas trabajaban para la iglesia, fundamentalmente, para representar la pasión de Cristo, los ángeles, los evangelistas, la Adoración de los Reyes Magos o los padecimientos de los santos. Todo quedaba supeditado a una tradición establecida de asunto religioso; sin embargo, el paso que da el Bosco hace 500 años es portentoso a la vez que inconcebible: su pintura no va ser una representación al uso de escenas bíblicas, sino que vamos a ver en sus obras todo un relato de piezas que versan sobre la vida cotidiana, en las que, junto al paisaje, aparecen todo tipo de personajes: mendigos, monjas entregadas a la gula, prostitutas, bufones, buhoneros, campesinos, pedigüeños, curanderos, ladrones; aunque, claro, no se olvida de satirizar a otra fauna mayor como a reyes, papas o emperadores. Todo una exaltación a la vida material frente a lo espiritual. Sus personajes avanzan por la vida “entregados al pecado” en casas destartaladas o burdeles, gente comiendo y divirtiéndose en una embarcación, personas absortas en sus relaciones carnales o jóvenes bien ataviados, acomodados, que se divierten y disfrutan de los placeres terrenales; eso sí ,siempre bajo el ojo vigilante de un Dios que impartirá justicia en el cielo.

Su temática, por tanto, está tomada de la vida natural; lo cómico, lo satírico y lo caricaturesco se funden y se dan la mano, de forma alegórica, dentro la más estricta concepción religiosa del momento. Por ello, siempre hay un relato en su obra de carácter moralizante, en el que parece decirnos cómo hay que comportarse en la vida antes de entregar el alma a Jesucristo para la salvación eterna y, por tanto, nunca es tarde para arrepentirse antes de la llegada del Juicio Final. De ahí, que los demonios sean una constante en cada una de sus pinturas como tentaciones perturbadores, incitando a los hombres para que se entreguen a los placeres terrenales. De hecho, Se dijo durante mucho tiempo que el Bosco era un hacedor de demonios; demonios que siempre están en sus pinturas al acecho del hombre, y que están construidos de forma simbólica, dejando el autor solamente volar su fantasía con elementos de la vida cotidiana o de la propia naturaleza.

Su capacidad de invención iconográfica es verdaderamente gigantesca. La originalidad de el Bosco está en que no se repite nunca, que debió beber de muchas fuentes literarias y que, probablemente pudiera haber tenido influencias de los humanistas del Renacimiento italiano, especialmente de Dante o Boccaccio en su expresión pagana de la existencia un siglo antes. Lo que, por otra parte, no excluye tampoco un fuerte sentimiento religioso, no menos intenso en el Bosco. Por eso, los pasos firmes, pero cautos, que dio el autor del “jardín de las Delicias”, representando la vida diaria en su renovada visión de escenas de la vida real, así como su magistral destreza del uso pincel (se ha dicho que dibujaba como un pintor y pintaba como un dibujante) lo han hecho uno de los pintores de mayor reconocimiento y admiración del arte universal.
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martes, 22 de noviembre de 2016 | Por: Pedro López Ávila

EL GRAN PACTO PARA LA EDUCACIÓN


Es evidente que la estructuración de un sistema educativo es producto o resultado de la historia, de la propia historia de la escuela o del propio sistema educativo; pero, también, del cambio de las condiciones ideológicas, políticas, sociales y económicas de un país.
Por esto, todo sistema educativo intenta satisfacer las necesidades y propósitos de una sociedad concreta en un contexto histórico determinado. No obstante, puede ocurrir, y de hecho ocurre, que el sistema no satisfaga las necesidades educativas, o bien, que cambien las condiciones. Entonces habrá que cambiar las finalidades asignadas por la sociedad a la escuela, como referente último, ya que es esta la que debe legitimar al modelo. Así, se producen diferencias entre la estructura y el contenido del modelo educacional y la estructuras y escenario político, económico y cultural, dando como resultado la insatisfacción generalizada; materializada en una avalancha de camisetas verdes o en grandilocuentes discursos retóricos sobre el gran cambio que debe producirse en la educación. Eso sí, sin especificar demasiado en su contenido, por parte de los políticos, no vayamos a meter la pata.
Recordemos que en España en los últimos doscientos años, las reformas que se habían producido, en profundidad eran: La Ley Moyano de 1847, la I.L.E. (la institucionalización de la escuela única) en la Segunda República y la Ley General de Educación de 1970. Sin embargo, en los últimos veintisiete años hemos tenido cinco reformas educativas de calado legislativo, engendrada en los despachos y plasmadas en forma de leyes orgánicas: La LODE (1985), la LOGSE (1990) , la LOPECE (1995), la LOE (2006) y la LOMCE (2013). Todo esto sin contabilizar la LOCE (2004), que no llegó a desarrollarse en la mayoría de las autonomías.
Lo que al parecer, todo el mundo tiene claro es que se hace necesario un gran pacto en la educación, con el objetivo de que cada vez que se produzca un cambio de gobierno no lleve aparejado modificaciones sustanciales en la estructura u ordenación del sistema educativo, pero ¿cómo se hace esto sin modificar el currículo?.
Lo que, al parecer, todo el mundo tiene claro es que se hace necesario un gran pacto en la educación, con el objetivo de que cada vez que se produzca un cambio de gobierno no lleve aparejado modificaciones sustanciales en la estructura u ordenación del sistema educativo, pero ¿cómo se hace esto sin modificar el currículo? Cualquier cambio en la enseñanza lleva siempre aparejada una reforma del currículo, es decir, de las intenciones educativas y de las intenciones para su efectividad. Según Gimeno, “El currículum o currículo es la concreción de los fines sociales, culturales y de socialización que se asignan a la escuela”. Tiene, por tanto, componentes ideológicos y políticos, hasta tal punto de que hay quien habla de ideologías curriculares.
Así las cosas, nadie en su sano juicio puede creer que pueda existir un entendimiento total bajo la luz de juicios severos y profundos en la que no haya siempre heridos. Los currículos están profundamente confrontados, alejados y distantes en sus idearios entre los grupos liberales, anticapitalistas o independentistas. Grupos, en cuyos intereses se pierden y se diluyen referentes sociales para ser sustituidos por otros, y en donde la simpatías ideológicas o las creencias religiosas prevalecen sobre el fin último de la enseñanza: un proceso que consiste en transmitir conocimientos, experiencias, valores, procedimientos, etc.. para enseñar a otros que no los tienen, y de esta manera hacer un igual a sí mismo.
Es verdad que las distintas comunidades autónomas adaptan los Reales Decretos de Básicos que establece el Ministerio a las características diferenciadoras de cada autonomía y los docentes de estas se encuentran facultados para realizar una concreción del currículum a la especificidad de colegios y aula: R/D 126 de 2014 por el que se establece el Currículo Básico de la Educación Primaria. Por tanto, se trata de un currículum abierto, cuya referida concreción en cada caso ha servido para que grupos secesionistas hayan podido instrumentalizarlo a favor de una determinada lengua como prurito para sentirse singulares o, en su defecto, por grupos ideológicamente armados contra la tradición y a favor de modelos sociales que pisotean a nuestra historia. En definitiva, lo que tenemos en la actualidad es un currículum único y prescriptivo, pero también abierto y flexible lo que da lugar a que la cultura y el conocimiento histórico quede secuestrado por intereses partidistas; entendiendo a la cultura en su sentido etimológico de cultivo y experiencias no especializadas, de informaciones y sensibilidades heredadas y aprendidas que dejan huella en el alma, condición imprescindible para ser hombre, para ser humano. Porque, un pueblo sin cultura es un pueblo conformista, y con un pueblo conformista no se puede sino llegar a la marginalidad y al aislamiento colectivo en manos de las clases privilegiadas que, en el fondo, me da a mí, es lo que interesa.
El gran pacto para la educación no es tarea fácil, vistas estas premisas. Para ser libres es necesario un esfuerzo colectivo, programas (como se decía antes) o un currículum que sea capaz desde la escuela y, no tanto desde los despachos, de consensuar modelos educativos basados en el saber y la cultura como el mejor sistema de autoprotección del que dispone el ser humano.

Artículo publicado en IDEAL el pasado jueves 17-11-2016.

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miércoles, 2 de noviembre de 2016 | Por: Pedro López Ávila

Inico otoñal

Os dejo con este vídeo-poema que se encuentra dentro del poemarios "A propósito del recuerdo y el olvido. Espero que os guste.

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jueves, 27 de octubre de 2016 | Por: Pedro López Ávila

De buenas letras



El pretérito es tiempo perfecto, el único posible. El presente es efímero, un instante indeterminado, a menudo desvaído en estímulos secundarios y presencia avasallante que condicionan nuestra percepción del ‘ahora’. El futuro aún no existe. Cuando hacemos planes de futuro, nos ilusionamos o tememos una certeza instalada en el devenir, en realidad lo que hacemos es otorgar rango fáctico a una conjetura plausible, la hipótesis de que en el tiempo futuro las cosas van a transcurrir como prevemos. Pero ese mundo por llegar que habita en nuestra conciencia y ya opera en nuestras emociones y sentimientos, tiene el inconveniente, dictado por la pura lógica, de que será o no será. De ahí la frustración; de ahí, de vez en cuando, el alivio: «¡De buena nos libramos!». Dejando a un lado la convicción sobre la muerte, sólo el pasado es lugar seguro, indubitado. Aunque no inmutable.

Leo estos días el poemario ‘A propósito del recuerdo y el olvido’, de Pedro López, y algunos de sus versos me confirman que, en efecto, el tiempo pasado puede revisitarse desde distintas miradas o estados de ánimo, y sobre todo: diferente sensibilidad. Nuestro pasado siempre está, pero casi nunca es el mismo. De igual manera que muta (¿evoluciona?) nuestro aprecio de la realidad inmediata conforme la experiencia del tiempo vivido nos abastece de «elementos de juicio», el valor del pasado, nuestro pasado y el de los demás, incluso el ideario común sobre una Historia compartida, se transforma paulatinamente, metódicamente, al mismo tiempo que crecemos como individuos y forjamos una conciencia paciente, reflexiva, acomodada en la paradoja de sabernos implacables en el juicio al mismo tiempo que indulgentes (con frecuencia demasiado), respecto al uno y al prójimo.

La melancolía del poeta joven es arrasadora, diluviana, incontenible al igual que sus entusiasmos y pasiones. Por el contrario, el lento recuerdo de los días que han pasado para siempre, «como la sombra viajera de una nube», en el poeta de edad madura se manifiesta entibiado por la aceptación. El pasado, fuese de júbilo o calamidad, ya no es territorio de lamento y desgarro, sino de aprendizaje y, va de suyo, gratitud hacia la vida. Alguien que sabía, dijo alguna vez que todas las vidas vividas de cerca son un drama (puede que una tragedia), pero alumbradas en la distancia son comedia. Yo creo que el sentido último de la sabiduría existencial consiste en convertirnos en seres capaces de observar nuestro propio viaje como síntesis de drama y comedia donde impera el orden exacto, benefactor, del sosiego y la conformidad. Sé bien que en estos tiempos de indignaciones, emergencias y furor de escandalizados, el sosiego y la conformidad no son virtudes en alza, ni siquiera valoradas; pero este desequilibrio no se produce por decaimiento del ‘estar’ en acomodo con la vida, sino por el mínimo nivel de tolerancia a la quietud que marcan los nuevos dogmas ideológicos. Allá debates: en los fragores de un mundo convulso, puede que ya en ruinas, a la arenga del visionario apocalíptico prefiero la calma luminosidad del poeta: «Ni esta casa ni yo somos los mismos,/ hay una luz de poniente gastada/ como un vuelo obstinado de pájaros/ que me ocupa todo el pensamiento». La resistencia al cambio, tan denostada en esta época, empieza realmente cuando somos incapaces de aceptar que, sin remedio, llegará un día en que ni el hogar que nos cobija ni nosotros seremos los mismos. Cualquier otra mudanza deja atrás lo que importa y, a mayor desdicha, abunda en lo que sobra. Lo sé, entre otras razones, porque he leído ‘A propósito del tiempo y el olvido’, y lo he hecho como corresponde acercarse a los poetas que tienen el coraje de estar en el mundo y no en las nubes: con inmensa gratitud.

Publicado el 27 de octubre de 2016 en IDEAL, página 32.


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