jueves, 31 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

PRESENTACIÓN DE "EL AZAR DE LOS DÍAS"


El próximo 7 de abril, a las 19 horas, tendrá lugar la presentación del poemario “El Azar de los Días” de Pedro López Ávila, prologado por el poeta Antonio Praena Segura y publicado por la Editorial Alhulia.

El acto se celebrará en la “Cuadra Dorada” (Casa de los Tiros) y la presentación del mismo será llevada a cabo por el Catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de Granada, Antonio Sánchez Trigueros.
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lunes, 28 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

ALGUNOS COMENTARIOS DE UNOS BUENOS AMIGOS SOBRE EL AZAR DE LOS DÍAS

Davila Fotos - http://www.davilafotos.com/


Querido Pedro: hemos leído tu libro, desgarrador, directo, sin tapujos, en un lenguaje de hombre maduro, curtido con el tiempo, y exhausto de las banalidades de la vida.

Una desnudez integral de tu sentir, pensar, soñar...

Un niño, tras el disfraz de un cuerpo adulto, mirando con la sutileza de la franqueza, los matices de los entresijos del tiempo.

Un hombre, que se deshace de su piel, por no tener ya ganas ni sitio donde esconderse.

Un canto al desencanto, sabiendo tocar y bailar ese tipo de palos.

Un auto–psicoanálisis, metiendo los dedos hasta lo más adentro de un mundo, que precisa girar sus planetas en el sentido que mejor le sienta.

Un punto de interrogación que se cuestiona ¿ quién es?.

Un anhelo de una realidad con más realeza y menos pedigüeños con trajes caros, sin hartarte de comer pan ajeno...

Un Amor, desprovisto de su correspondencia, navegando en un mar con olas, viento, mareas, y lluvia de sal por el cuerpo.

Una hemorragia de tiempo que hace mella en las reservas del contento.

Una muerte tuteada, observada y respetada como una Dama.

Una mente que fantasea sobre las ascuas de hogueras venideras.

Un amar sin amar, con el imperioso deseo de Amar y ser Amado.

PEDRO LÓPEZ ÁVILA hace una proeza de sinceridad pura, cristalina como las pupilas de sus ojos, que se iluminan cuando algo lo estimula, aportándole vida.

Un poemario con todos los ingredientes de una sabiduría adquirida y destilada en un corazón que mira la existencia cara a cara.

Un reto: haber descifrado algunos secretos de un tiempo escurridizo y voluble como las nubes en una tormenta.

Una armadura que se rompe así misma, por tal de dar espacio y aire a un ser que quiere volar libre, feliz en un cielo inconmensurable.

Una ilusión en que las cosas cambiarán, poniendo en su lugar los valores que ennoblezcan la condición humana.

El AZAR DE LOS DIAS es el canto de un pájaro de alto vuelo, que ha emigrado hacia todas las latitudes en la búsqueda por instinto de un calor llamado íntimo.

Es la cosecha de muchas siembras, labradas a mano, sudadas y repartidas con la generosidad de quien está viendo que este mundo es sólo un fragmento de tiempo camuflado en lo eterno infinito.

Nuestra más sincera enhorabuena , a este artista, por haberse dado a luz, en un parto múltiple de segundos o minutos, de un reloj que ha perdido sus agujas en el juego de la metafísica.

PEDRO LÓPEZ ÁVILA: en los alambiques de su taller de alquimia, crea palabras y frases, trasformando el lenguaje plomizo en oro, con todos sus brillos y, como perlas inmaculadas de mares profundos y cálidos, las engarza con la Maestría de un MAGO…

Con todo nuestro Amor y Respetos de amigos, hermanos...

Te deseamos que todo lo que busques lo encuentres y lo que anhelas te alcance.

Hoy y siempre, en un tiempo relativo.

Un abrazo cósmico...

Enrique y Mar...
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viernes, 25 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

Comentario de Manuel Cerezo Arriaza

Francisco Calabuig - www.galeriadeartelazubia.com


Francisco Calabuig, Paisaje con cerezos, Galería de Arte la Zubia, 28 de marzo de 2011

El paisaje como género pictórico nace en el Renacimiento, al principio es un fondo que anima la presencia de la figura en primer plano. Este paisaje renancentista es ideal, idílico, pues corresponde a la visión de la naturaleza como armonía universal.

En el Manierismo y en el Barroco el paisaje va adquiriendo autonomía propia como motivo plástico, aunque muchas veces se acompaña de figuras integradas en el panorama o de esculturas figuradas que le dan majestuosidad y apuestan por la integración del orden natural y el orden social.

La actual exposición del Gran Palais, "Paysage et idéal", muestra este origen del paisaje como un antagonismo entre la naturaleza y el ideal. El arte va a aprendiendo a ver la naturaleza en sí misma, desligada de su concepción naturalista idealizada. En el siglo XVIII el paisaje sigue siendo preciosista, exquisito. Más tarde el Romanticismo nos enseña un paisaje alterado, furibundo o tétrico. El paisaje realista nos decepciona por su simplicidad o el paisaje naturalista es el campo como espacio de trabajo y sacrifico para el hombre.

Tendremos que esperar al Impresionismo para que los pintores salgan a pintar a la naturaleza, a captar la luz y el color que aparecen y se desvanecen a cada instante, en cada hora y lugar, demostrándonos que nunca el mismo paisaje es idéntico y que todo es una pura captación sensorial.

A partir de entonces no es fácil que ningún pintor pueda sustraerse a la experiencia impresionista, aunque seguir sus principios no dejaría de ser una reproducción.

Por esos los paisajistas contemporáneos, que no quieren caer en el paisaje abstracto del color y la forma puros, desligados de cualquier referencia externa, tienen que hacer un esfuerzo personal para descubrir en lenguaje diferente en la invención del paisaje.

En este sentido se aprecia el valor de la obra de Francisco Calabuig en la que podemos contemplar la sencillez idílica de la vida rural, los cielos animados de presencias invisibles, el campo esplendoroso de belleza y las flores ridentes y cantarinas. Esa explosión de vida, luz y color, animados por el paso de las nubes y la brisa ligera le dan un encanto especial e irrepetible a cada una de sus obras.

Es la demostración de que a pesar de la tan larga trayectoria del genéro este no está agotado ni puede agotarse, porque el paisaje no es copia, sino invención, creación, más que recreación. Y que, como descubriera Balthus en sus paisajes postimpresionistas tan inspirados en Claudio de Lorraine y en Poussin, el paisaje es pensado, amado, sentido, proyectado y vivido en el espacio imaginario del cuadro. La experiencia del paisaje es una experiencia de interiorización, de sueño, de fantasía.

Y así los sueños y fantasias de Francisco Calabuig son risueños, alegres, cantarinos, amables, halagüeños. La fidelidad no está tanto con el natural como con un estado de ánimo interior.

Manuel Cerezo Arriaza
http://manuel.cerezo.name/archives/000652.html
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miércoles, 23 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

FRACISCO CALABUIG

Otoño Aranjuez - Francisco Calabuig - www.galeriadeartelazubia.com

Elegir una plácida escena de la naturaleza: mirar los trigales en el sol estival, encendiendo la tarde, impregnándola de amarillos y dirigiendo su mirada hacia arriba, hacia una nube plomiza y amenazante de lluvia, cuyos grises,  malvas y blancos envuelven y matizan de forma finísima todos los planos del lienzo para crear una atmósfera casi pesada, es tarea reservada a privilegiados, como es el caso de Francisco Calabuig.

En Francisco Calabuig se funden el alma con el paisaje, la mirada humedece al lienzo de un espíritu, aparentemente sereno,, de una pincelada casi siempre tranquila que se extiende en delicadas capas de pintura, coadyuvando a una extraordinaria nitidez del contorno; pero de un alma que busca la transcendencia a través del paisaje.

Decididamente Francisco Calabuig utiliza la pincelada o la paleta suelta, dedicando particular atención en los acentos de luz, que consigue con el propio color y las sombras (la luz y el color son una misma cosa), con unas gamas inmensas de verdes, malvas, carmines, amarillos ocres, burdeos y un sinfín de mezclas tan personalizadas que hacen del artista a uno de nuestros mejores pintores contemporáneos de un impresionismo que aletea en el realismo.

Concilia el oficio con un profundo trabajo, que descubrimos detrás de cada una de sus obras, en una incesante búsqueda de la captación de la luz de cada segundo del día, en el que el tiempo y el espacio son un todo.

Es evidente, por tanto, que el escenario paisajístico de Calabuig se adecua en el más alto grado a los intereses plásticos de la fidelidad, autenticidad y honradez de la pintura contemporánea y de hecho tiene entrada en el “Diccionario de Pintores y Escultores Españoles del S. XX”
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domingo, 13 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

FLOTANDO EN PLATAS

Flotando en Platas - Andrés Rueda - www.galeriadeartelazubia.com

Cuando nos situamos frente a esta obra de Andrés Rueda no podemos por menos que observar que la luz destruye y consume las formas, dejando un espacio abierto a un referente(de un rincón cualquiera de la naturaleza)que despierta en el receptor sensaciones que evocan lo eterno y lo inmutable.

El tiempo se detiene en la quietud del agua en donde los ramajes, acariciando la superficie del agua flotan en el primer plano de la parte inferior del lienzo.

Para su consecución, con inusual atrevimiento y valentía, utiliza todo tipo de materiales (texturas conseguidas a base de sedas pegadas, pan de plata, resinas y veladuras)

Por encima, toda una fiesta de colores en donde los ocres personalizados se mezclan con colores puros, sin mezcla ,con zonas calientes, distribuidas de forma libérrima, sobre un fondo azul para conseguir formas más suaves y encontrar el equilibrio de unas aguas apacibles,en donde se reflejan el destello de árboles insinuados y la sombra ocre de los ramajes.

A la derecha, también, en primer plano, la luz se sustenta en una mezcla de azules que de manera evanescente se enhebran hacia la conquista de la luz, de tal suerte, que avanzan hacia colores fríos con un sentido de la armonía que provocan el equilibrio de las formasy, que van ascendiendo hacia las áreas más amplias(del segundo plano)hasta conseguir la culminación de la luminosidad y la atmósfera.

En el tercer plano, toda una gama de singular policromía, con gran domino del esfumato y, así, producir una sensación de profundidad y lejanía, aunada a la forma de tirar los colores que se asemeja al puntillismo,con zonas abiertas y fugas en todas las direcciones sobre la poesía de los azules.

Andrés Rueda tiene un sentimiento intimo y profundo de la naturaleza y una fuerza en su pincelada que hace que en sus obras haya más emoción y sentimiento que ciencia y academicismo, es un pintor romántico o quizá neoimpresionista, lejos de la severidad de las normas, pues mediante el color capta la atmósfera, la luz y la naturaleza real, donde no hay lugar para los contornos definidos.

A.Machado dijo: “el impresionismo es una pintura de ciegos que quiere alcanzar la luz”.
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martes, 8 de marzo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

El azar de los días



El amor como azar en el tiempo.
Pedro López Ávila, El azar de los días, Salobreña, Alhulia, 2011
El tercer poemario de Pedro López Ávila nace de una profunda conciencia existencial, en la que la duda queda redimida por la imaginación y el sentido de estar siendo en cada instante un sujeto abierto al amor.

Es una obra sentida y pensada en sólidas lecturas filosóficas (Heráclito, Heidegger) y poéticas (Rilke, Garcilaso, Quevedo, Lorca) que dejan en ella huella de intertextualidad. En esta consciencia de la fugacidad y perennidad del instante, está advertido del valor o de la necesidad del silencio, pues “la palabra auténtica / encuentra su sentido en el silencio”. Pedro López que ha descubierto “la gramática del silencio”, sabe hacer brotar de ella todas las “palabras imposibles” que acallan una certidumbre no deseada, o emprende el reto de lo inefable, en su “intento de nombrar/ emociones sin nombre”.

Para López Ávila, la poesía es una resistencia y una rebeldía que desgarra ese silencio para decir sobre el amor y el tiempo. El amor es un azar que sucede en el tiempo, que ocurre en un presente que es inmutable (“A veces, presentía un presente/ inmutable...”) ya que en la experiencia de la vida siempre estamos en presente. Pero ese presente es también fugaz, sujeto a las “horas del azar”, con que se expresa la consciencia de que “el tiempo me presta la vida”, y que el amor puede ser un instante eterno: “Mira el momento que nos mira, /hazlo eterno”.

El tiempo del goce ingenuo no conoce límites ni barreras, hasta que no llega la mudanza de los días y las horas, y el amor queda atrás como un trazo, en el “cruce de una pregunta y una respuesta”. Así el tiempo que era presencia sin segundo, se escinde en ayer para ubicar la memoria del amor, dejando un sentimiento de orfandad y desolación. Y el tiempo se aprende a medir “con los números del reloj” y se agradece el aplazamiento de las horas.

Entonces aparece la duda, ante la pérdida de la plenitud, del ideal, y esta se hace duda metafísica “Tal vez todo no sea nada”. Solo la imaginación puede redimirnos de la duda, en un intento amoroso de desplazar el tiempo. Puede ser en una fantasía nocturna, soñada, en la que la plenitud amorosa se recupera con fugacidad.

Este querer desandar el tiempo se expresa vivamente en el poema “Furtivos secretos”, en el que se quieren desatar “los nudos del azar” con la entrega a otro cuerpo, en donde se amortigua el amor bajo “la coraza sin llave de la severa metáfora del caracol”.

Esa consciencia existencial del ser para la muerte aparece frecuentemente en esta obra. Se acoge, por ejemplo en el poema “El funeral”, como una crítica de la actitud superficial y evasiva con que se ve la muerte, en donde se instala la idea, consoladora pero falsa, de que “solo se mueren los otros”.

La palabra poética es, para Heidegger, “la casa del ser”, pero esta palabra puede tener peso (“Pesaban las palabras”): “Buscaban su plenitud/ en el horario del agua,/ como una gacela joven/ una tierra acariciada”. Y es que la palabra puede “beber en el tiempo” para grabar los besos y revelarlos. Entonces la palabra se arriesga a ser tachada de locura, pero se desahoga “en el camino de lo perdido,/ en la última línea del destiempo”.

Así la existencia del ser humano aparece como un continuo estar abrazado a lo inútil “a los fusiles plateados del tiempo”. Queda una consciencia pesimista de desprendimiento de afanes perdidos: “somos todas las cosas que se quiebran”. Y se asietna la consciencia de la fantasía y la ilusión: “Tal vez nada en la carne”. Manuel Cerezo Arriaza

http://manuel.cerezo.name/archives/000643.html
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