miércoles, 8 de febrero de 2012 | Por: Pedro López Ávila

EUTANASIA


Luis Pardo - www.galeriadeartelazubia.com

Anoche, desde un programa de TV local, me llamaron para que “hablando desde “mi de frágil corazón” ofreciera una opinión sobre la eutanasia. Como pude respondí durante o cinco seis minutos los temas que se me platearon: desde la etimología del término, las cartas de Ramón Sampedro, la muerte, el temor a la misma. en fin, contesté como pude, incluso, como algunos políticos hasta ofrecí respuestas a lo que no me preguntaban.

El tema que arrastra una larga narrativa milenaria y en las que se han pronunciado al transcurso de la historia la filosofía, la psicología, la medicina y las propias tradiciones culturales e históricas está profundamente enraizado a la ideología religiosa o política y cuyos resultados son profundamente irreconciliables.

Es, por otro lado, inmensamente más amplia la casuística, que las distintas denominaciones en las que se intenta encorsetar a la eutanasia con cierto rigor más o menos científico: eutanasia directa (activa o pasiva) , eutanasia indirecta y otra serie de eufemismo como “ayudar a morir o muerte digna” que distraen el debate de lo que socialmente es reconocido como la muerte de una persona causada por otra, generalmente del campo de la medicina, a petición verbal o por escrito de la persona que quiere morir, es decir, este último manifiesta su deseo de suicidio, que por el mismo no puede realizar, teniendo que recurrir a terceras personas convirtiéndose estas en homicidas desde el punto de vista jurídico.

Por tanto, los cuidados médicos hacia los enfermos, no siempre en estado terminal, son unos de los temas más debatidos desde la perspectiva de la deontología profesional, sino también en el territorio ético, jurídico y político.

Cuando en el año 2005 el médico inglés, Harold Shispman aplicó en dosis extremas morfina a más de 250 ancianos, provocándoles la muerte, produjo en todos los medios de comunicación un escándalo de tal magnitud, que hoy se le sigue considerando como el mayor asesino en serie que había dado El Reino Unido, aplicándosele la tipología clínica de “los ángeles de la muerte”.

Estos individuos sienten impulsos de asesinar a sus víctimas por compasión, para evitarles el sufrimiento de patologías crónicas. Creo que en términos psicológicos se dice que tienen “el complejo de Dios”.

No quiero con esto confundir una cosa con otra y crear la ventolera de enmarañar situaciones tan distintas, que en su apariencia externa no tienen nada que ver. Esto es, no es lo mismo solicitar ayuda para morir, porque la angustia y la desesperación atenazan al corazón cada día que se vive, postrado en la cama del dolor físico y psíquico sin posibilidad alguna de recuperación; en estado de coma, donde la voluntad no ejerce impulso alguno sobre el alma, o en estado terminal con todo el conocimiento (más insoportable aún que la propia muerte), a que sean otros (a veces los propios familiares) los que quieran decidir sobre la vida o la muerte de estos enfermos con patologías crónicas como es el caso de los asesinatos de Shispman.

Los estoicos consideraron a la muerte como constitutivo mismo de la vida si se la mira por el envés. Diría Séneca: "la muerte no está delante de nosotros, sino también detrás". Juan Ramón lo diría en su poema cenit: yo no seré yo, muerte/ hasta que tú te unas con mi vida/ y me completes así todo.

No sabremos nunca con certeza a cuántas personas se les ha acortado o acelerado de manera contundente el proceso natural de la vida por la propia comunidad médica, para evitar el constante sufrimiento; pues, al tener una concepción antinatural de la propia vida basada en fundamentos jurídicos, arraigados a su vez, en la moral y la religiosidad impiden que al transcurso de la historia hayan quedado encubiertas estas situaciones.

Entiendo, por consiguiente, que hay que morir en conformidad y y sosiego, de acuerdo con la propia conciencia individual, pero decidiendo siempre su muerte el que ha de abandonar el mundo.

A veces por un estado comatoso o enfermedades degenerativas impide que sea el propio sujeto el que pueda tener esa capacidad de elección del fin de su vida; sin embargo, ¿sabemos a ciencia cierta si realmente el sujeto desea la anticipación de su propia muerte?

Como decíamos la casuística puede llegar a ser interminable. De ahí que en la mayoría de los gobiernos no exista una legislación reguladora, sobre en qué circunstancias se han de aplicar técnicas del “buen morir” y el debate quedará abierto en las conciencia de la humanidad durante mucho tiempo, pero ha de saberse que la muerte es el término, el fin de la vida; por tanto, pertenece a ella.

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedro: nosotros pensamos que la "eutanasia" dicho así, no debe de existir. La vida te la da Dios, y solo él puede quitártela. Un abrazo.
Es un artículo muy profundo.

andres rueda dijo...

Mi querido amigo Pedro, en primer lugar felicitarte por tu trabajo, como siempre.

La muerte es parte de la vida, y la vida hay que vivírla dignamente. Hay culturas, que lo tienen perfectamente asumido, y saben perfectamente el final del ciclo.
Creo que el sufrimiento, es inutil...recuerdo la cara de paz, que se le puso a un familiar mio, muy querido,en el momento de marchar...tras unos meses de terribles dolores y padecimientos.
Debe prevalecer , la voluntad de cada uno, por encima de todo.

Un abrazo

Andres

Kitesurf Andalucía dijo...

Magnífica reflexión sobre la eutanasia. Muchas gracias por hacernos pensar...

Un abrazo.

Liz dijo...

Muy buen análisis Pedro sobre un tema tan difícil....hay tantas muertes como vidas diferentes y como dices la muerte pertenece a la vida. Voy a dar mi opinión como mujer ,como dadora de vida : creo que primero está el respeto por la decisión de cada uno y en ese respeto está involucrada la necesidad de ayuda.Nada es blanco o negro y la prueba es que a veces esa ayuda no es suficiente porque Dios o quien sabe quién deciden que la vida siga ....en definitiva no decidimos nada.
Creo que cada uno con su conciencia sabrá respetar la vida o ...la muerte.
Abrazos y gracias por compartir

Jesús Amaya dijo...

Pedro, quién sabe la verdad sobre la conducta a seguir ante la eutanasia.

¿Qué hacer ante el dolor y el sufrimiento innecesarios?

Cuando en enero de 2003 mi madre, mis hermanos y yo, ante las palabras del doctor X del hospital Clínico de Granada, tuvimos que tomar una determinación sobre

dejar morir a mi padre

-tenía cáncer de colón con metástasis en el hígado-un 12% le quedaba-, y para ello había que dormirle-sedarle-

porque ya no había solución clínica y mi padre estaba desesperado-rabiaba- ante el dolor-tanto e innecesario dolor-,

como digo, nosotros dijimos que sí,adiós papá.

Nosotros, y yo como hermano mayor, creemos
que
nuestra conducta fue la correcta:

-Sí, doctor, sédenlo, por el amor de Dios.

-Adiós, papá, tranquilo.

Fuimos compasivos ante los ojos llorosos de mi padre,
que se axfisiaba
y no soportaba
ya el dolor;

fuimos sensibles
y amorosos hacia nuestro padre,

fuimos humanitarios
y
adoptamos
una postura humana
y ética:

le ayudamos a iniciar el desapego definitivo del cuerpo

-nuestro padre no era el cuerpo podrido de cáncer-,

nuestro padre era lo que siempre fue: AMOR AMOR, pero ya no estaba en aquella cama de hospital.

Mi padre, José Antonio Amaya Torres murió rodeado de su mujer y sus cinco hijos.

Nuestros pensamientos
se hicieron palabras,

nuestras palabras
se hicieron acto,

y nuestro acto
ayudó a mi padre
a abandonar la vida-en la que ya no podía estar.

Lo que no esperábamos es lo siguiente:

un indigno representante de la Iglesia Católica
nos acusó
de criminales
a mi madre
y a nosotros.

Desde aquel momento decidí apartarme de la Iglesia Católica
y
huir
de toda religión
que no fuera

LA VERDAD DEL ROSTRO HUMANO EN TODAS SUS SEMBLANZAS

Hoy, Pedro, sigo buscando desesperadamente el AIRE y LA LUZ.

Un fuerte abrazo.
Jesús dle Aire, tu Donje

Jesús Amaya dijo...

A José Antonio Amaya Torres,
mi padre.
de cuerpo presente,
madrugada, 12 de enero de 2003.


Toda la vida pasa de golpe
y cuando el llanto inicia
su marcha por los olivos céreos,
los primeros silencios amarillos
me sumergen en este espacio granado,
cargado de misterios.


Hombre tierra, hombre aire,
hombre pan, hombre árbol,
hombre viento, hombre Adán.
Hombre hombre,
desde mi corazón nacido al llanto,
temblor de luna sostenida y campo de amado silencio,
en el instante de tu muerte,
cuando te contemplo olvidado de la mano del mundo
comienzo mi canto:


Tu grandeza nunca llegó antes de tu muerte.
Te lo secuestraron todo.


Elevaste hasta tus ojos
la fatiga de un mundo de toros sin cabeza,
y en aquella angustiosa noche
te preparó el aire
para la definitiva senda de acequias y bancales
de tu tierra de vinagre.


En tu hermosa frente
no pudo el signo de la luz asesinada borrar al hombre,
se dibujó una paz antes nunca conseguida,
un clamor de voces pereció contigo
y un arado de dolor quebró la tierra para siempre.


En tu antártico rostro
quedó, como un sol de agujas, el dolor silente
de tu nobleza ya extinguida
y anidó en tu sangre una luz negra
hasta partirte el alma.


Hombre hombre,
¡qué sendero de nieve sobre tu labio!
Hermoso Adán del trabajo y del silencio.
Dios de la dulce mirada perdida.
Flor en un mundo tan áspero.


Hermoso Adán, hombre hombre,
cuando iniciaste la marcha definitiva,
vagabundo del asfalto, Adán bueno,
eras un muerto que viajaba infinitamente solo
al más desesperante y chirriante de los sueños.


Adán Adán,
la muerte cumplió su cometido:
te llevó para siempre.


A lo largo de tu vida imposible:
corrió el caballo desbocado,
el vacío derribó tus ignorados deseos
y las arpías te ahogaron con sus lenguas de oro;
ganaste una corona de crepúsculo indecente,
el implacable abandono irrumpió sobre tu vida




y vestido de inmaculado








te llevaron tras un aire de cristal












a la linde de la tierra más ausente:
















la muerte.


Hospital Clínico San Cecilio de Granada,
2 horas de la madrugada.,
pabellón de Oncologia.