jueves, 16 de febrero de 2012 | Por: Pedro López Ávila

HACIA UN NUEVO SISTEMA EDUCATIVO


Francisco Trigueros - Homenaje a Escher - www.galeriadeartelazubia.com

Ha transcurrido mucho tiempo desde que el saber, en el sentido de tener conocimientos sobre algo, cuyo objeto y finalidad es la enseñanza del que aprende, hasta la más flamante actualidad, en la que las más sutiles y gloriosas imaginaciones sobreviven en concepciones abstractas, llenas de intencionalidades, que mantienen el asentamiento ideológico de una determinada estructura socioeconómica.

La enseñanza debe consistir en lo que se ajusta el término a su significado: señalar. Es por tanto, un proceso que consiste en transmitir el que tiene más saber, sus conocimientos, experiencias, etc… a otro que no lo tiene con el fin de hacer un igual a sí mismo.

Cada vez nos encontramos más lejos de la enseñanza en la que el profesor presentaba temáticas, experiencias y reflexiones ante la atenta mirada de los alumnos; no la sometía a ninguna disciplina especial y el alumnado gozaba siempre de la libertad para abrazar los aspectos que le interesaban con afán de conocimiento o, por el contrario, desdeñarlos. Cuando los saberes venían encorsetados, en distintas disciplinas, que se aprendían memorísticamente, se entendía que servían exclusivamente para hacer oposiciones en España.

No había libros de texto ni se daba ninguna importancia a la memoria; por tanto, no se daba ni mucha ni poca importancia al contenido de los saberes, sino a la cultura, hasta el día que ésta también quedó atrapada por los asuntos económicos y políticos, escenario donde se produce el drama existencial, al perder el sentido que tiene aquella de más noble y mejor para el ser humano.

Pero, más lejano nos queda aún el concepto de enseñanza pagada, considerada hace varios miles de años como una ruptura de las cualidades morales del hombre, como un quebranto de la naturaleza humana, como una vileza moral, quizá, como un fraude público. La enseñanza era interpretada como un bien común, una condición imprescindible para ser hombre y, por consiguiente, nadie podía adquirirla o “señalarla”  por dinero; formaba parte del sentimiento colectivo de los pueblos, del destino de los mismos y de sus destinatarios.

Hoy, desde luego, no hay sentido de la historia en la escuela y, por tanto, las complejidades de la cultura carecen de contenidos; el viejo prestigio del maestro se ha ido diluyendo para convertirlo en un “educador tolerante”.

Se ha derribado el mundo de la elocuencia, de la poesía, de las artes, de la filosofía, de la belleza…Se tiene por verdadero lo que parece verosímil o el pragmatismo que nos llegan de otros países y, desde esa perspectiva, poco se puede edificar con fundamentos tan poco firmes. Como diría Antonio Machado en Juan de Mairena: “ lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto lo reporta alguna utilidad. Por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino”.

Si como decía el profesor José Luis L..Aranguren: “la comunicación pedagógica es el factor principal de integración, de estancamiento o de progreso de un país, pues la estructura socioeconómica y la estructura política se hallan en función de aquella”. ¿Cómo hemos llegado a una educación científica y tecnológica relativamente desarrolladas y, sin embargo, tenemos tantos adolescentes destinatarios del aprendizaje en nuestra sociedad que rechazan a quienes quieren hacerlos hombres iguales? ¿ Se puede hacer así un proyecto de futuro?

Los principios asentados durante mucho tiempo, creencias socialmente cohesionadoras aceptadas por la colectividad se van desvaneciendo de forma agónica, dañando dolorosamente a toda alma sensible y pisoteando nuestra historia, en el que las ideas se dividen y las simpatías se absorben en una sociedad, que a pesar de su avance técnico- científico, se encuentra esclerosada en sus valores morales.

No se puede, una vez más, confundir la democracia con la libertad. Para ser libres es necesario transmitir, “señalar”, hacer iguales en saberes, hacer, en definitiva, un pueblo culto; porque un pueblo sin cultura es un pueblo conformista que puede llegar a la marginalidad y aislamiento colectivo, que se puede convertir en xenófobo, porque es incapaz de ponerse en el lugar del otro y es un pueblo manipulable que permite que se beneficien las clases privilegiadas.

Devolvamos la cultura secuestrada a la sociedad, pero la cultura entendida en su sentido etimológico, de cultivo de conocimientos y experiencias no especializadas, de informaciones y sensibilidades heredadas y aprendidas que dejan huella en el alma, condición imprescindible para ser hombre, para ser humano.

Realicemos un esfuerzo colectivo, un frente común, hagamos programas educacionales insolentemente revolucionarios que sean capaces desde la escuela, desde el sentido común y desde nuestra historia de consensuar modelos  educativos basados en el saber y la cultura como el mejor sistema de autoprotección del que dispone el ser humano, para no dejarse sorprender por la marejada de mentiras organizadas por el poder político (cada vez más debilitado) y el económico.
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de hacer un comentario a mis compañeros y enviarles copia del artículo.
Hablar sobre este artículo tuyo me parece pretensioso por mi parte, porque lo que expresas en estas líneas es tanto en tampoco, que solo puedo decir que me siento aún más identificado contigo en lo que transmites y porque además expresas lo que sentimos muchos docentes que en tiempo de zozobra educativa necesitamos aliento. Un abrazo Raimundo

Molin's dijo...

Me encanta Pedro, no solo lo que transmites si no en la forma que lo haces. Cultura general, y sentido común, algo que se añora, se hecha en falta, en el sistema educativo actual.
Esperemos que mucha más gente se de cuenta y pongamos de nuestra parte. Felicidades por el artículo.

Marinel dijo...

Es un placer leerte,porque sabes expresar lo que yo siento y no puedo decir tan magnificamente bien.
Así que asiento en cada renglón. Lo hago apesadumbrada,casi apabullada ante la ignominia,que a mí parecer,es escatimar algo tan fundamental como es la educación;la buena educación.
Ahora todo parece algo irrisorio,como sobrevolando lo más fundamental sin socavar experiencias, sin adentrarse en lo hermoso del saber más,mejor, a conciencia...
Los que tenemos hijos y nos preocupamos de ayudarles,apoyarles,estar ahí pendientes de sus estudios,nos damos cuenta de la falta de temática y de la superficialidad de mucha materia,vocabulario,etc...
Andamos precarios en lo que verdaderamente importa,lo que construye sólidas personas,lo que nos hace más libres que cualquier otra cosa.
Así va el mundo y de girar tan rápidamente,acabaremos cayéndonos de él.
Perdona el pesimismo,¿sí?
Besos.

Jesús Amaya dijo...

“Esos locos que enseñan. Yo los conozco. Los he visto muchas veces. Son raros. Algunos salen temprano por la mañana y están en el cole una hora antes, otros salen del cole una hora más tarde porque tienen entrevistas con los padres que trabajan y no pueden acudir a otra hora, otros recorren todos los días más de 100Km de ida y otros tantos de vuelta. Están locos.
En verano les dan vacaciones, pero no desconectan del todo, piensan en sus clases, preparan tareas para el curso siguiente. En invierno hablan mucho, siempre llevan caramelos de miel y limón en los bolsillos, otros con una botella de agua a su lado. Su garganta siempre está dolorida, pero siguen enseñando, a veces fuerzan su voz, pero siguen transmitiendo sus conocimientos con cariño e ilusión.
Yo los he visto, no están bien de la cabeza. Salen de excursión con sus alumnos y se encargan de gestionar autorizaciones, recogida de dinero y responsabilidad extra.
Qué será de ellos y ellas. Por la noche sueñan con el colegio, se les aparecen planetas, ecosistemas y personajes históricos. He escuchado que llegan cargados con cuadernillos y exámenes, que han corregido la tarde anterior en su casa.
Son mujeres y hombres, casados, solteros,...de diferentes edades, pero a todos les apasiona su trabajo, ver crecer a sus alumnos, ayudarlos y conseguir de ellos ciudadanos competentes.
Los he visto muchas veces. Están mal de la cabeza. Algunos dicen de ellos que viven muy bien, pero les han recortado el sueldo y siguen trabajando incluso más que antes, algunos no miran ni su nómina porque su pasión por la enseñanza los hace ciegos a pensar en el cobro. Disfrutan con lo que hacen, aunque haya padres que no los valoren, les critiquen e incluso les quiten autoridad, (a veces hasta les agreden), pero ellos siguen hacia adelante.
Están mal; por las tardes quedan para hacer cursos de formación y no les importa perder tiempo de su ocio para reciclarse.
Dicen que son autocríticos y que hacen balance de sus experiencias educativas, que se frustran cuando no salen las cosas como esperaban, que se alegran cuando sus alumnos avanzan.
Están mal de la cabeza, yo los he visto. Dicen de algunos que fueron muy importantes, que siempre tienen palabras de aliento; dicen sólo que son MAESTROS y que se sienten MUY ORGULLOSOS DE SERLO.






Donje el loco

A mí me llaman Donje el loco,
soy el loco,
el loco de mi calle,
la risa de mi escuela,
el loco,
el loco
algo más que loco
-incluso-,
cuerdo nada más que en la vida
de los sueños.

Locura informe
sueño o suicidio,
tan sólo soy buena persona
que recorre estas calles,
que busca un camino.

Soy el maestro loco
que vive en las nubes de algodón
que deja sus palabras al aire
y su corazón
abierto en un mar
de ojos
de bocas
de senderos
de paisajes.

¡El loco!
¡El loco!
¡Miradle, por ahí viene!

Y grito
que vivo dentro de una sombra
que soy feliz en ella
que me vigilan buitres hambrientos
de carne fresca
pero yo me amo y no me dejo,

me amo apasionadamente,
estoy en mis manos,
en mis labios
en mis ojos,
estoy en mi palabra,

me levanto al borde de las lágrimas
-mis ojeras me delatan-
y vivo en un llanto silente sin que me oiga nadie.

Vivo con la inefable sensación
de irme perdiendo poco a poco
en una soledad
de inquietudes
de desvelos
de tiempos ya cumplidos
de amores no dibujados
de luchas a corazón abierto,
de madrugadas inmensas sin respuestas
en la noche poblada de todos mis nombres.

Vivo un canto callado
sin cimientos para futuros decididos.

Yo soy la arena,
no me dejo pisar
y me aparto a un lado
al borde de los caminos.

No tengo carrera oficial,
mi único oficio es la emoción ante mis cosas.

Yo, el loco,
vivo todo en retaguardia,
vivo en un mundo de amor
que existe dentro de mí mismo,
mi camino es el éxodo.

Pedro, te dejo mi abrazo.
Jesús Amaya, "educador tolerante", Donje el loco