jueves, 13 de diciembre de 2012 | Por: Pedro López Ávila

FUGA DE CAPITALES


FRANCISCO CALABUIG www.galeriadeartelazubia.com

Estuvo Sócrates tan estrechamente ligado a su país, que al final de su vida llegó a considerar peor una sentencia de exilio que una sentencia de pena de muerte contra él.

Me viene este pensamiento a la cabeza, porque los grandes patriotas tan estrechamente ligados al sentimiento español, los de los grandilocuentes discursos retóricos sobre la necesidad que tiene España de una regeneración moral, que tanto nos hablan de la crisis de valores y que tanto empeño pusieron por que fuéramos miembros de la unión europea, resulta que ahora son los primeros en poner su dinero a buen recaudo en bancos alemanes, británicos o suizos por no hablar de un sinfín de paraísos fiscales. Vamos, una vergüenza.

Cuando uno ve las propiedades y las grandes fortunas de empresarios o especuladores, políticos, deportistas de élite y hasta a algún miembro de la Casa Real imputados en llevarse el dinero fuera de nuestra patria (ganado de mala manera en muchos casos), uno no puede por menos que entender que las leyes están corrompidas en un montaje financiero y fiscal que fomenta el fraude y la evasión de capitales.

Ninguna idea me asombra, pues a estas alturas de la vida me preocupo más por la salud que por las ideas, por disparatadas que pudieran parecerme; sin embargo, sí se me hiere cuando las creencias son utilizadas para servirse de ellas, envileciendo el sentimiento.

Es absolutamente indignante ver como el último imputado en evasión de capitales, Gerardo Díaz Ferrán, utilizando signos cristianos (al parecer la religión que profesa es la católica), invoque al apóstol Santiago, tras asistir a la misa del peregrino en la Catedral de Santiago de Compostela, y nos cuente la milonga de que ha pedido ayuda para los parados, cuando ha dejado a miles de empleados en la calle por medio de un entramado de complejas operaciones financieras de las que presuntamente se ha enriquecido hasta límites, que es posible que nunca lleguemos a conocer.

Este tipo de conductas tan poco ejemplarizantes, por el cargo al que representaba (presidente de la CEOE) me repelen.

Me repelen por la instrumentalización que se hace de las creencias para inclinarlas más fácilmente a favor de la avaricia y la inhumanidad, sirviéndose de la ignorancia e inexperiencia de tanta buena gente que solamente han sido dotadas por la naturaleza de la buena fe.

Sin embargo, y a pesar de todo, me cuesta trabajo creer que todas estas sofisticadas operaciones se realicen sin unas buenas simientes para favorecer y fortalecer estas viles y ruines prácticas, sin el apoyo de otros órganos de poderes fácticos o instiucinales, que no sé por qué me malicio que a su vez han sido “untados”.

El miedo se ha apoderado de los patriotas y ya han salido de nuestro país, en lo que va de año, ni más ni menos que trescientos veinte mil millones de euros. Es decir, el equivalente a un tercio de nuestra riqueza anual , o lo que es lo mismo, el equivalente a lo que podría gastar España en Pensiones Sanidad y Educación.

A mí me parece que jamás estaré tan apegado a mi país como para hacer lo que hizo Sócrates al final de su vida, pues es tanto como considerar al mundo como una ciudad, una región o una determinada porción de tierra; pero lo que duele es que estos patrioterillos protejan su dinero y sus haciendas en el extranjero ante una posible eventualidad, contribuyendo de esta forma a que nuestro modelo productivo pueda hacer crack y luego nos den lecciones diciendo: hay que trabajar más y ganar menos.

Compartir:

1 comentarios:

Cecilio Galián dijo...

Pedro, nombre de fe y de piedra, hombre ecuçánime: ¿cómo puede uno asombrarse de que los grandes pecadores necesiten los mas altos símbolos para rellenar abismos de culpa? Los pequeños pecadores, con un zurriagazo en el trasero, un pescozón en el colodrillo, o un recorte a fin de mes, vamos que volamos a nuestra íntima paz: con nosotros mismos, y con el resto de nuestros acreedores. Hasta pecar se puede hacer de mil maneras: unos con paso de elefante cartaginés; otros, compungidos y de puntillas para que cualquier sacristán rijoso no nos eche con cajas destempladas del atrio de lo sagrado. Malnaipe