martes, 29 de mayo de 2012 | Por: Pedro López Ávila

SOBRE LA JUSTICIA


El jorge de Trigueros - www.galeriadeartelazubia.com

Permanecer indeciso e inmóvil, sin inclinarse hacia ningún lado, en los momentos en que se reclama justicia, por parte de los que más la necesitan no lo veo ni bueno ni noble.

Los medios de comunicación se ocuparon durante gran parte del verano pasado en mostrarnos, incluso con imágenes espantosas y un compromiso profundo, la hambruna que padecía el llamado cuerno de África como antes lo habían hecho con el terremoto de Haití o como, recientemente, le han dedicado a las fechorías que mediante engaños y falsedades habían cometido determinados miembros de instituciones para arrancar a bebés de sus madres biológicas.

No hay nada más inútil que la inutilidad de la naturaleza humana, que cuando recibe este tipo de noticias el sentimiento de compasión se apodera de nosotros, pero es tan efímero que tan sólo permanece en nuestra conciencia el tiempo justo en que se nos muestra la realidad de los que padecen el horror el secuestro, el robo, la tortura, la sed, el hambre o el terror que implantan los que trabajan sólo para beneficio propio.

Por mucho que me esfuerzo en desmentirme, me indigno cuando siento que la razón y la justicia son un fracaso y la palabra el medio que las instrumentaliza, pues la naturaleza humana está sustentada en cualidades enfermizas que se alojan en nosotros de la manera más natural.

Todos nos hemos mostrado cercanos al dolor y a las reivindicaciones de los otros, pero con la máscara de la libertad en un sistema de libertades, y se nos llena la boca cuando pronunciamos el término de democracia; sin embargo, aquellos que justifican y honran a sus vencedores dirigentes, deberían entender que toda conquista económica si no va acompañada de un imperativo moral en la cooperación desinteresada internacional, es un grave retroceso de la humanidad.

No podemos vivir como los remeros que avanzan de espaldas, no podemos olvidar a esos niños que les usurparon la identidad para siempre con prácticas mafiosas (empleando la mentira y el cinismo), tenemos que secundar a esas familias que buscan a sus hijos y hermanos, aunque algunos se hayan empecinado en archivar sus causas y atender, solamente, a las manifestaciones que hacen más ruido que a las de un centenar de personas que se manifestaron frente al Ministerio de Justicia el pasado día 26; tenemos, en fin, que conquistar que la justicia sea natural y universal, pero mucho me temo que la justicia cada vez será más costosa para el ciudadano y, por consiguiente, menos natural y "más justicia para unos que para otros" con las nuevas reformas que se avecinan en "este sistema de libertades".

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viernes, 25 de mayo de 2012 | Por: Pedro López Ávila

FUNCIONARIOS CHINOS


Joaquín Ureña - Libro abierto - www.galeriadeartelazubia.com

En términos generales, no hay nada por lo que los hombres se esfuercen más en la vida, que en procurar que prevalezcan sus opiniones. A veces el hombre ilustrado y con brillantez intelectual utiliza todo tipo de argumentos recogidos de la tradición; otras, cuando le falta estos medios ordinarios utiliza la fuerza, el autoritarismo, el berrido, el hierro o el miedo en el cuerpo, que viene en envoltura de verdad divina, de otras dimensiones y, si fuere necesario, la superchería que provoca la fiebre y la duda en medio del pavor y del espanto.

Siempre he dudado, desde esta perspectiva, si el número de locos supera al de cuerdos, pues si entendemos que los cuerdos son aquellos que siguen las normas estandarizadas de la existencia y a estos los vemos en multitudes amontonadas en torno a una deidad o al santurrón de turno que ve apariciones, entonces inferiremos, que los locos son muy pocos. Claro, que lo que no acabo de entender es cuáles serían los locos o donde estaría el límite de la locura.

El caso es que se dice hoy día, por muy variadas circunstancia, que el mundo se ha vuelto loco. Esto lo oía ayer, a unos señores aparentemente de porte, cuando en una conversación de cafetería no dejaban de bromear y reírse a carcajadas, a propósito de una noticia que les había llegado, tan incrédula para ellos como real. No era ni más ni menos que los chinos o, para ser más concretos, los habitantes de una ciudad de China habían tenido la feliz idea de limpiar los zapatos de sus vecinos.

Hasta aquí, hombre, parece que la noticia no responde al estándar común de lo que supone la convivencia; sin embargo, había algo un poco más profundo, de calado (como se dice hoy en día), y es que los limpiabotas no eran ni más ni menos que los propios funcionarios de la ciudad, que en un afán de afirmarse y reconciliarse con la ciudadanía realizaban tan hermoso y delicado acto, con objeto de desmontar, imagino, las ideas comunes que existen contra los funcionarios y así desbancar las opiniones que tienen los demás sobre ellos.

Después de ver en nuestro país las batallas infructuosas que traen los funcionarios con la administración y el descredito de estos en la sociedad, pudiera darse el caso de que esto llegara al Congreso o a los distintos parlamentos y algún político lanzara la idea de que esto podría ser extrapolable a nuestro sistema educativo, por ejemplo, y que nuestros profesores les limpiaran los zapatos a los padres de sus alumnos, en aras al buen entendimiento, y lo que en principio pudiera producir extrañeza, con el hábito y el tiempo nos acostumbraríamos a entenderlo sin que fuéramos tachados de locos del cráneo. Estoy seguro que a más de uno no le desagradaría la idea.

El único problema que yo vería a esto es que al aumentar el número de alumnos por aula, lógicamente habría menos profesores y, por ende, muchos más padres a los que limpiarles los zapatos y, claro está, el profesorado no daría a basto, sobre todo teniendo en cuenta que hay algunos padres que, por sus oficios, llevan excesivo barro en sus botas. Además, los profesores perderían mucho tiempo en esta juiciosa labor y dejarían algo de lado otras labores didácticas y pedagógicas que, aunque menos importantes ,también tienen la obligación de realizar para acabar con la ignorancia que aún existe, a pesar de la incredulidad de algunos; pues, aunque nuestro pueblo es culto y sabio (como todos sabemos) todavía es necesario pulirlo un poco más.

La única solución factible, que ofreciera soluciones al problema, sería disminuir la ratio, y así aumentaríamos el número de profesores limpiabotas para que entre todos pudieran ejercer tan loable función, pero no sé por qué me malicio que esto no va a ser posible, pues tengo entendido que Bruselas, o lo que es lo mismo, Angela Merkel, no está por la labor, con lo que perderíamos una oportunidad histórica de alcanzar metas gloriosas para la historia de España.

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lunes, 7 de mayo de 2012 | Por: Pedro López Ávila

LA VENTA DE NIÑOS


Ana Caballero - www.galeriadeartelazubia.com

Todas las naciones tienen muchas vergüenzas que esconder, así como todas las religiones han rebajado a Dios a su medida, para pasarlo por su tamiz y someter a los hombres (por medio de las leyes, la moral, los dogmas, los oráculos o las fantasías) a un orden predeterminado para provecho de una minoría, cuyo objetivo principal es alcanzar el poder, el prestigio social y la gloria.

A veces es necesario remontarse a otra épocas para poder comprobar cómo en la religión de los beduinos se decía del alma de aquel que moría por su príncipe iba a otro cuerpo más venturoso, más hermoso y más fuerte que el primero; por lo cual arriesgaban la vida con mayor entusiasmo. O "bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos".

Si esto fuera verdad no serían necesarias leyes sobre el bien obrar , sino muy al contrario, con la impunidad de la justicia nos bastaría con ser sujetos agradecidos de cuantas especies de maldades nos acecharan desde que nacemos y nos abandonaríamos al sufrimiento y al dolor desde la creencia de que, tras nuestra desaparición, se nos devolvería fielmente la alegría para siempre en la tierra o en otras dimensiones.

Sostengo que el hombre ha evolucionado muy poco, por no decir nada, en lo que se refiere a su conciencia, pues es capaz de adaptarla, de tal suerte que no solamente se traiciona así misma, sino que la combate, y a falta de testigos, apenas nos descubre algo de nosotros mismos.

Todos nos llevábamos las manos a la cabeza, en nuestra historia más reciente, por el secuestro y venta de niños de países subdesarrollados o desarrollados, que compraban las familias más pudientes, en aras a crearles un mejor estado de bienestar y una mejor educación o como mercancía de esclavitud, según los casos.

Cuando fue designado, tras un golpe de estado, con el título de Presidente, el General Videla (1976), en la que la represión llegó a extremos tales que los niños de los padres (asesinados o desaparecidos) fueron secuestrados y entregados a familias que con o sin su conocimiento de esa circunstancia, sirvieron para sustraerles su identidad, a pesar de que, en algunos casos, fueron cómplices de la muerte de sus progenitores biológicos, la conciencia de la gente parecía enloquecer de rabia y de impotencia.

Tenemos el vicio de mirar lo que está detrás de nosotros y no lo que está delante y así tengo una amarga sensación de que a nuestro país se le han amontonado todos los males juntos, de tal forma que, si nos faltaba algo verdaderamente horrendo, son las mafias organizadas de forma autónoma (sin relación entre ellas), que han sido copartícipes (presuntamente) de determinadas prácticas en la venta de niños.

Pero, lo que más daño hace y nos agita es que los miembros de estas mafias (pocos o muchos) pertenezcan a órdenes religiosas en connivencia con algunos sectores de la sanidad y muy probablemente ligados a su vez con sectores de la justicia que han estampado sus firmas y mirado hacia otro lado.

Ahora, al transcurso de los años, mientras esas madres que les arrebataron sus hijos diciéndoles que habían fallecido y sin dejarles la posibilidad de verlos muertos, ya que a las más afortunadas les mostraban un cadáver del frigorífico o una caja de zapatos, en la que aparecía no se sabe qué, envuelto en gasas ensangrentadas, que se han retorcido en el dolor, durante gran parte de la vida, buscan desesperadamente a su propia sangre como las abuelas de la Plaza de Mayo a sus nietos.

Mientras tanto los pocos imputados, que deberían odiarse al reconocerse, no sólo les falla la memoria sino que la conciencia les brida la lengua y jamás admitirán que han vendido niños, cual si se tratara de un artículo de mercado para obtener algún tipo de ganancia.

En cualquier caso, la casuística es tan amplia y la maraña de situaciones tan compleja que existen abismos muy inútiles que mejor haríamos en dejar de lado y limitar las actuaciones judiciales sobre aquellas personas, que han arrancado los hijos a sus madres, con actuaciones viles y cobardes en contra de la propia naturaleza.

De la misma forma, nunca puede ser considerado un niño adoptado (sea de familias desestructuradas españolas, de orfanatos chinos, rusos, de países de América latina, asiáticos o de cualquier lugar del mundo), con los niños robados, mediante la manipulación y la mentira con el lenguaje de los hábitos religiosos, la bata blanca o la toga.

La meritoria labor de los padres, que adoptan niños (a veces con muchas dificultades psíquicas, orgánicas o ambas a la vez), para proporcionarles una vida más confortable y en plenitud, merecen el mejor de los reconocimientos sociales por tan elevada altura moral, pero eso es otra cosa.

Artículo publicado en IDEAL EN CLASE: http://en-clase.ideal.es/index.php/noticias/actualidad/946-pedro-lopez-avila-la-venta-de-ninos.html

Asociación SOS Bebes Robados Cádiz


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