miércoles, 24 de abril de 2013 | Por: Pedro López Ávila

EL BIPARTIDISMO Y LOS MERCADOS


Albert Sesma - Gran Vía de Madrid  www.galeriadeartelazubia.com

A veces es desolador pasear por el centro de nuestras ciudades y encontrarnos como los pocos comercios que van quedando se hallen prácticamente vacios, mientras los transeúntes apenas si dirigen una lejana mirada a los escaparates.

Quizá nuestros ojos se dirigen antes a otros comercios casi derribados, de polvorientos cristales, en los que suele haber un cartel con un letrero que dice: se vende, se traspasa o se alquila junto a un enorme un número de teléfono.

Nuestras ciudades, cada día que pasa, nos muestran una imagen más cadavérica, en donde sólo quedan algunos vestigios de lo que fuimos, no hace tanto, en determinados bares, generosos en la tapa para poder competir, sostenidos por una clase media cada vez más empobrecida que camina de manera irresoluble hacia su desaparición.

A veces, si uno entra en un determinado comercio, al iniciar una conversación con algún propietario (antes se solía comenzar hablando del tiempo), y se pregunta algo así como ¿Qué tal? ¿Cómo van las cosas? Las respuestas suelen ser tan demoledoras y cargadas de angustia como fulminantes: No hay un duro. Quiero suponer, que estas no signifiquen actos fallidos, haciendo alusión a la antigua moneda.

Estos tíos se lo han llevado todo, continúan diciendo, como una formula fraseológica ya acuñada que define la situación en la que está inmersa la sociedad española, y como una especie de monólogo improductivo arremeten despotricando contra los políticos, los banqueros y todas las instituciones. Supongo que como catarsis imprescindible, ante el hipotético comprador que entra en su negocio, sea conocido o no, y así sofocar la indignación y la furia que llevan dentro en un totum revolutum, y en el que no dejan títere con cabeza.

Me parece que esto aprovisiona a los propietario de los comercios de la energía necesaria para sobrellevar interminables días, al comprobar que al finalizar las jornadas, sólo tocan a viento y humo en el reparto de ganancias.

Y es que la forma en la que hemos vivido nuestra historia reciente da para mucho. Así, por ejemplo, si nos remontamos al Gobierno de Felipe González, cuando se destaparon algunos casos de corrupción política y tráfico de influencias, existía en una especie de conformismo en la sociedad, puesto que "los otros", se decía, habían robado durante 40 años. Paupérrima argumentación, digo yo, pues a saber quiénes eran los otros, ya que posiblemente muchos fueran los padres de estos y, por supuesto, la virtud no consiste precisamente en justificar conductas inmorales comparándolas en su grado con otras también inmorales. Pero, claro, eran otros tiempos en la que "España iba bien".

No existe tal bipartidismo de unos y otros como nos quieren hacer creer. Hoy sólo existen los mercados, que están conduciendo a los pueblos y a sus soberanías a la ruina económica y moral.

El caso es que a España, a Grecia, a Irlanda, a Portugal, a Chipre a Italia y a otros muchos países les han dado de espaldas sus políticos, que han quedado para agacharse a recoger los excrementos de la Merkel, que a su vez se agacha para recogérselos a otros, cuyos rostros no son tan visibles. Lo que no sabe esta gentuza o no le interesa saber es cómo va acabar todo esto. Yo me malicio que muy mal. Ojalá que me equivoque.

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1 comentarios:

Jesús Amaya dijo...

Pedro, vuelvo a leerte y me ha venido de pronto a la memoria el capítulo XVII, El niño tonto, de Platero y yo, de nuestro amado Juan Ramón Jiménez.

Quiero decir que, seguramente, todos los que hemos creído,expliacdo en infinidad de mítines, votado, perjurado, amado y defendido hasta la extenuación, desde el radicalismo más extremo, la libertad y el progreso conquistados para la sociedad española en la primera legislatura de Felipe González-¿cómo es posible que ya no le reconozca?-, digo que nos hemos quedado, vita la desvergüenza de la "clase política", como "el niño tonto", es decir, "sin saber cómo va acabar todo esto", "nos iremos al cielo", "sentados en nuestra sillita" sin jubilación y con recortes hasta la yugular, y eso sí "viendo con nuestros ojos", siempre abiertos, "el dorado pasar de los gloriosos". Rest in peace.Amén


El niño tonto

Siempre que volvíamos por la calle de San José, estaba el niño tonto a la puerta de su casa, sentado en su sillita, mirando el pasar de los otros. Era uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el don de la palabra ni el regalo de la gracia; niño alegre él y triste de ver; todo para su madre, nada para los demás.

Un día, cuando pasó por la calle blanca aquel mal viento negro, no vi ya al niño en su puerta. Cantaba un pájaro en el solitario umbral, y yo me acordé de Curros, padre más que poeta, que, cuando se quedó sin su niño, le preguntaba por él a la mariposa gallega:

Volvoreta d’aliñas douradas...

Ahora que viene la primavera, pienso en el niño tonto, que desde la calle de San José se fue al cielo. Estará sentado en su sillita, al lado de las rosas únicas, viendo con sus ojos, abiertos otra vez, el dorado pasar de los gloriosos.


Nada más.

Jesús, un trabajador nato cabreado y con gana de pelea.