martes, 14 de mayo de 2013 | Por: Pedro López Ávila

LOS CIBERATAQUES


Pedro Roldán - Ocaso en Comillas - www.galeriadeartelazubia.com

No hace mucho en un artículo publicado en prensa digital hablaba yo que la evolución del hombre desde el punto de vista racional era vertiginosa, dado el avance técnico científico que había experimentado en los últimos años y al que estábamos asistiendo (sin apenas percibirnos), y decía también que este no era comparable a ningún otro momento en la historia de la humanidad. Antes bien, de la misma manera hacía referencia a que su evolución racional no había ido en paralelo a su evolución espiritual, en la que aún nos encontramos fondeando e inmersos en procesos muy primitivos.

Hoy cualquier ganapán podría convencer a una eminencia científica de que lograría solucionar sus problemas del alma solamente con ponerse en manos de él, porque aquel se atribuye unos poderes especiales que le han sido donados por la naturaleza o por alguna revelación a la que ha tenido el privilegio de ser elegido.

El caso es que el hombre, desde la modernidad, ha buscado siempre el paraíso en la tierra, ha intentado a través de sus filósofos dar una explicación del mundo, de Dios o de su propia existencia, como el último objetivo de conseguir explicar racionalmente a lo que aún no ha encontrado explicación, por encontrarse esta todavía circunscrita al término enigma.

De ahí que cada día que pasa sea mayor el número de personas que niegan la casualidad y encuentren elementos en cualquier situación, lecturas antiguas o pasajes de otras culturas (incluso sectarias y muy peligrosas algunas, por cierto), para considerar e interpretar, ajustadas a medida, determinadas situaciones actuales como la causalidad que sería la que justificaría los efectos dañinos que se producen en el mundo.

Para ello se sirven de testimonios glosados en doctrinas ancestrales o vaya usted a saber de dónde y así meter la peste en un canuto.

El problema es que nuestras almas se encuentran tan alejadas de la virtud, de la compasión, de la piedad y del amor hacia los otros que forman más parte de la naturaleza del graznido de una bandada de cuervos que de su propia esencia, por el excesivo empecinamiento de dar preferencia en nuestros actos a lo racional.

El molde del alma de los que rigen y dirigen el planeta (laicos o religiosos) está hecho de la misma manera que la de cualquier ser humano; pues, la misma razón que nos hace discutir con el vecino, provoca una guerra, entre los distintos estados. Actúan con la misma ligereza que nosotros, pero ellos son más poderosos y destructivos.

Así hemos llegado a extremos tales que la vulnerabilidad del sistema capitalista, basado en gran medida en Internet (el avance técnico más importante en la historia de la humanidad desde mi parecer), que corrimos un gravísimo peligro tras la explosión de las bombas del Maratón de Boston, cuando, al mismo tiempo, un ataque cibernético a la agencia de noticias Associated Press, provocó una caída de la bolsa en el corazón del capitalismo, Wall Street, de 200 000 millones de dólares en unos minutos.

En una de estas, la discusión no será con el vecino, pues ya El Pentágono amenazó hace dos años que quien se atreviera a cortar el suministro eléctrico del país con un ciberataque se arriesgaba a una lluvia de misiles sobre su territorio.

Con todo esto, presiento que la naturaleza haya puesto en el hombre un instinto inhumano que explicaría con creces, porque no ha evolucionado nuestro espíritu paralelamente a nuestra razón.

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1 comentarios:

Jesús Amaya dijo...

Ante la involución humana en la que estamos inmersos,

/alejada de la virtud, de la compasión, de la piedad y del amor hacia los otros/

en medio de un caos espiritual que se percibe día a día,
querido Pedro,
como tú bien dices:

/El problema es que nuestras almas se encuentran tan alejadas de la virtud, de la compasión, de la piedad y del amor hacia los otros que forman más parte de la naturaleza del graznido de una bandada de cuervos que de su propia esencia, por el excesivo empecinamiento de dar preferencia en nuestros actos a lo racional./

quiero escribirte,
Pedro, querido amigo,

desde una inmensa tristeza,
te digo,

que me vienen al alma aquellas maravillosas
reflexiones que Henry David Thoreau
nos dejó en Walden, La Vida en los Bosques,
su hermoso libro que leo una y otra vez, cada noche,
desde los 14 años,
desde que comprendí que voy por el mundo con la lágrima puesta:


/Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida. Dejar a un lado todo lo que no era la vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido./


/La verdad es como una manta que siempre te deja los pies fríos. La estiras, la extiendes y nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas, pero no llega a cubrirnos. Y desde que llegamos llorando hasta que nos vamos muriendo sólo nos cubre la cara, mientras gemimos, lloramos y gritamos./


/El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro; y examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida./

Pedro,
cuando hoy, abro el periódico, y mi "tite" José Ignacio Wert viene con la Lomce,
es, una vez más, cuando palabras tuyas como:

/El molde del alma de los que rigen y dirigen el planeta (laicos o religiosos) está hecho de la misma manera que la de cualquier ser humano; pues, la misma razón que nos hace discutir con el vecino, provoca una guerra, entre los distintos estados. Actúan con la misma ligereza que nosotros, pero ellos son más poderosos y destructivos./

y

/Con todo esto, presiento que la naturaleza haya puesto en el hombre un instinto inhumano que explicaría con creces, porque no ha evolucionado nuestro espíritu paralelamente a nuestra razón./,

tus palbras, Pedro,
amigo en el alma,

son absolutamente ciertas.

Pedro, a mí me queda poco que hacer en esta sociedad de mierda

/alejada de la virtud, de la compasión, de la piedad y del amor hacia los otros/,

a mí lo que me mantiene vivo es el pensamiento de Thoreau.

Estamos en una sociedad donde
Los humana-ataques presiden nuestras horas,
y yo,
por esta razón,
me voy a los bosques.

Un abrazo.

Jesús "el lágrimas"