miércoles, 18 de septiembre de 2013 | Por: Pedro López Ávila

NUEVOS MODELOS MORALES


Josep Baqués - www.galeriadeartelazubia.com

Está el hombre tan separado de sí mismo que vive más apegado a la ingratitud que a la lealtad, a la reivindicación que a la generosidad y al empleo de medios viles y mezquinos que a al ejercicio de la bondad.

No sé, en rigor, si la educación que se recibió en el seno íntimo familiar en otros tiempos como reproducción de patrones y de valores, en los que las leyes casi podían echarse a dormir, tenga nada que ver con conductas adquiridas e inducidas por el medio en la actualidad. Es, por tanto, en la familia donde mejor se reflejan los cambios morales que se producen en la sociedad.

La sociedad de nuestro tiempo reproduce otros valores, cuyos modelos son la reputación particular y la ganancia que se obtenga, aunque se tenga que ir recorriendo caminos sutiles y tortuosos en un constante peregrinar de acumulaciones de mentiras, del cultivo del odio, y del descrédito hacia los demás, con tal de obtener algún beneficio personal.

Poco tiene que ver este ambiente emponzoñado en el que vivimos instalados, con los espacios éticos y morales que conducen al vigor, a la libertad y al camino corto y recto de la verdad, término muy denostado en la actualidad como consecuencia del relativismo moral que nos invade.

Lo importante para el sujeto es la apariencia, no su satisfacción con la realidad ni con sus actos. poco o nada le interesa al hombre actual asuntos relacionados con la vida interior, con el deber o, incluso, con la casa que le vio nacer de donde recibió sus primeras emociones y sentimientos.

La familia por unas causas u otras se ha convertido en el espacio de la reivindicación y del reproche. La unidad de medida y comparativa entre sus propios miembros, para justificar y depositar el individuo las frustraciones que recibe del exterior al hábitat que comparte y, por consiguiente, el lugar preciso en el que encuentra donde justificar su furia y sus desajustes vivenciales o existenciales.

Ni la bondad, ni el equilibrio, ni la moderación, ni la de equidad, ni la misma sangre, tienen hoy cabida en el seno del sentimiento familiar. Todo está quedando reducido a una ciega carrera perversa de vanidades y de egos en desbandada, cuyo resultado final es la ingratitud y, como consecuencia de esta, la soledad del individuo.

Quizá sea esta una de las causas intrínsecas del desmoronamiento que está sufriendo nuestro modelo occidental, pues estamos educando hombrecillos con almas tan débiles y enfermas que a la hora de enfrentarse a la dura realidad del mundo externo (tan distante del techo de la casa compartida) están más prestos a mostrar el trasero que a levantar la cabeza.

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