viernes, 20 de mayo de 2011 | Por: Pedro López Ávila

TRÉBOLES DEL PENSAMIENTO


La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su aptitud para alcanzar un fin que nos hayamos propuesto; es buena solo por el querer, es decir, es buena por sí misma. Considerada por sí misma, es, sin comparación, muchísimo más valiosa que todo lo que pudiéramos obtener por medio de ella.
 Immanuel Kant (1724-1809)

Hay que cerrar de vez en cuando las puertas y las ventanas de la conciencia  (…)  a fin de que haya sitio para lo nuevo (…)
Nietzsche (1844-1900).

Poesía y filosofía son dos mitades del hombre. No se puede encontrar al hombre entero en la filosofía; no se encuentra la mitad de lo humano en la poesía  (…)  En la poesía encontramos al hombre concreto, individual (…) La poesía es encuentro, don, hallazgo por gracia.
María Zambrano (1904-1991)
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2 comentarios:

Jesús Amaya dijo...

La buena gente, la gente de buena voluntad, de la vida y los sueños, del trabajo silente,

la buena gente del querer, del canto más humilde en todas las estancias del alma vieja,

personas y Tierra y esperanza en la primavera de la luz y de la vida,...

...Pedro, yo no sé nada de filosofía, pero las palabras de Nietzsche las conozco en otros labios, los de Francisco de Asís:

/Aprendamos de las piedras, su silencio./,

creo que Francisco y Nietzsche van de la mano completando al hombre:

poesía y filosofía.

Pedro, gracias una vez más,

filosofía y poesía,
poesía y vida,
vida y filosofía,

filosofía y fuego,
fuego y poesía,
poesía y filosofía.

Un abrazo,
Jesús, tú Donje

Jesús Amaya dijo...

Pedro, la cita de Nietzsche, me lleva al "Beatus ille", al “Locus Amoenus” de mi amado Fray Luis:

a una opción libre de vida en la que la soledad y la meditación son dos formas necesarias para /dejar sitio a lo nuevo/,

abrazar dos maneras muy útiles para poder sentir y vivir plenamente nuestros días,

Oda a la Vida Retirada

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

...retirarse (Hay que cerrar de vez en cuando las puertas y las ventanas de la conciencia (…) a fin de que haya sitio para lo nuevo (…) Nietzsche (1844-1900).

Nada más.
Un fuerte abrazo.
Jesús, tu Donje