El otro día, escuchando a una pareja de jóvenes, que dirigían no sé qué tipo de seminarios, hacían referencia a los pordioseros reglamentos de la sociedad y, entre otras cosas, cuestionaban la perversidad de los medios de comunicación, focalizando su desacuerdo especialmente con los telediarios.
Las razones que esgrimían eran que estos difundían noticias que asediaban al ser, relatando hechos, acompañados de imágenes que atravesaban los muros de la serenidad espiritual en la que según estos deberíamos vivir instalados.
Como monitores, promotores o técnicos (no tuve excesivo interés en averiguarlo) de estos seminarios, insistían en que ellos mismos no habían visto un telediario desde hacía al menos 5 años, bajo el soporte argumental de que los medios de comunicación, plagados de malas noticias, generaban una carga importante de energía negativa en la conciencia del individuo.
Planeó en esos momentos sobre mí la sombra nórdica y sentí una soledad inabarcable, pues hacía instantes había conocido la noticia (a través de un telediario) de que un tirador había masacrado a tiros a 68 adolescentes en la isla de Utoya y unas horas antes había hecho estallar un coche bomba en la sede central del Partido Laborista con el resultado de 8 víctimas mortales más.
Como uno tiene la vieja y afeada costumbre de ver los telediarios, leer la prensa y hasta la de oír la radio, en los días posteriores, ya de vacaciones estivales y a orillas del Mediterráneo, seguí tragándome noticias por esa tenaz e insensata costumbre de conocer el mundo en el que me ha tocado vivir todo aquello que me rodea en la sociedad.
A medida que fui conociendo detalles se desataba más en mí un sentimiento inconsolable de rabia, al leer sus declaraciones en las que entre otras muchas perlas dejaba algunas como estas: “hay que liberar a Europa de los musulmanes, eliminando primero las políticas multiculturales y marxistas” o esta otra: “una vez que te decides a disparar es mejor matar a todos los que puedas o te arriesgas a reducir el impacto ideológico deseado”.
El puto individuo de mierda que responde al “presunto” nombre de Anders Bhering Breivik, había planificado sus crímenes de forma tan meditativa como traidora contra jóvenes indefensos y con la saca a cuestas de un pensamiento estructurado y formado en doctrina xenófoba, neonazis y ultraderechistas.
Este pensamiento, cuya narrativa tiene una larga y triste trayectoria y sus ideólogos realizan convocatorias de adoctrinamiento a través de la red, cada vez con más frecuencia, responde a la exclusión, eliminación y aniquilación de todos los individuos que no respondan al mismo perfil de cultura, religión, moral, raza o sexo y que, en última instancia, pretende la creación de un pensamiento único, sometiendo la razón a sus idearios totalitarios.
Todo, porque se tiene el convencimiento de una superioridad religiosa o intelectual (garantía de la verdad) de unos seres sobre otros y, por consiguiente, se utiliza la vía redentora de la imposición por los medios que sean: masacrando a víctimas inocentes, secuestrando, torturando o devastando de forma definitiva todo aquello que pueda significar diversidad.
El dirigente camboyano Pol Pot, en nuestra historia reciente, con sus yemeres rojos, ha exterminado a dos millones de personas en aras a una ideología comunista, donde la tortura y la barbarie han sido el destino de un pueblo, en el que el llanto y la muerte eran amantes inseparables. El simple hecho de llevar gafas ha sido considerado, durante décadas, un símbolo de burguesía a la que había que desterrar como fuere.
También, en nuestra historia reciente, ciertos sectores yihadistas, sostenidas por visiones político-religiosas, siguen utilizando el sendero de la inmolación el secuestro o el genocidio contra los miembros más indefensos de la sociedad (recuérdese nuestro 11 M o el atentado de las Torres Gemelas)
Por tanto, El testimonio de Breivik es directamente proporcional al odio que puedan inspirarle planteamientos de la yihad, especialmente de la red terrorista de Al Qaeda.
En nuestro país la imposición de ideologías independentistas ha arrasado, sesgado, mutilado y masacrado a miles de ciudadanos indefensos.
Va a ser que no. no me lo creo que sean locos ni fanáticos, es la maldad del que lleva pólvora en la sangre. No le demos vueltas con psiquiatras demócratas (lo digo con todo el respeto para los demócratas y los psiquiatras), pero estos últimos saben perfectamente que existen seres esclavos de la crueldad a la que veneran desde que nacen.
Por ello, diría Cernuda en unos versos, “en vida y en muerte pagaréis largamente”.
Sabed que hoy me siento entrelazado con el dolor del pueblo noruego, con las familias a las que les han arrebatado su propia carne de forma tan miserable y traicionera, con los socialdemócratas noruegos y con los cristianos noruegos, porque este hijo de puta jamás ha sido cristiano, como no lo fue nunca Hitler.
Sabed, también, que germinará la semilla y por cada niño asesinado y las infinitas lágrimas derramadas multiplicarán por muchos millones los demócratas en el mundo.
Sabed, también, que se encenderá el desaliento entre muchos militantes ultraderechistas, que germinará la semilla y por cada niño asesinado se dividirán por mucho el número de simpatizantes y militantes de estas formaciones.
Y, por último, quiero que se sepa que voy a seguir viendo los telediarios, leyendo la prensa y oyendo la radio (a pesar de su manipulación), para poder saber el mundo en el que vivo y no permitir nunca que otros crean, piensen o actúen por mí ni en mi nombre.
Las razones que esgrimían eran que estos difundían noticias que asediaban al ser, relatando hechos, acompañados de imágenes que atravesaban los muros de la serenidad espiritual en la que según estos deberíamos vivir instalados.
Como monitores, promotores o técnicos (no tuve excesivo interés en averiguarlo) de estos seminarios, insistían en que ellos mismos no habían visto un telediario desde hacía al menos 5 años, bajo el soporte argumental de que los medios de comunicación, plagados de malas noticias, generaban una carga importante de energía negativa en la conciencia del individuo.
Planeó en esos momentos sobre mí la sombra nórdica y sentí una soledad inabarcable, pues hacía instantes había conocido la noticia (a través de un telediario) de que un tirador había masacrado a tiros a 68 adolescentes en la isla de Utoya y unas horas antes había hecho estallar un coche bomba en la sede central del Partido Laborista con el resultado de 8 víctimas mortales más.
Como uno tiene la vieja y afeada costumbre de ver los telediarios, leer la prensa y hasta la de oír la radio, en los días posteriores, ya de vacaciones estivales y a orillas del Mediterráneo, seguí tragándome noticias por esa tenaz e insensata costumbre de conocer el mundo en el que me ha tocado vivir todo aquello que me rodea en la sociedad.
A medida que fui conociendo detalles se desataba más en mí un sentimiento inconsolable de rabia, al leer sus declaraciones en las que entre otras muchas perlas dejaba algunas como estas: “hay que liberar a Europa de los musulmanes, eliminando primero las políticas multiculturales y marxistas” o esta otra: “una vez que te decides a disparar es mejor matar a todos los que puedas o te arriesgas a reducir el impacto ideológico deseado”.
El puto individuo de mierda que responde al “presunto” nombre de Anders Bhering Breivik, había planificado sus crímenes de forma tan meditativa como traidora contra jóvenes indefensos y con la saca a cuestas de un pensamiento estructurado y formado en doctrina xenófoba, neonazis y ultraderechistas.
Este pensamiento, cuya narrativa tiene una larga y triste trayectoria y sus ideólogos realizan convocatorias de adoctrinamiento a través de la red, cada vez con más frecuencia, responde a la exclusión, eliminación y aniquilación de todos los individuos que no respondan al mismo perfil de cultura, religión, moral, raza o sexo y que, en última instancia, pretende la creación de un pensamiento único, sometiendo la razón a sus idearios totalitarios.
Todo, porque se tiene el convencimiento de una superioridad religiosa o intelectual (garantía de la verdad) de unos seres sobre otros y, por consiguiente, se utiliza la vía redentora de la imposición por los medios que sean: masacrando a víctimas inocentes, secuestrando, torturando o devastando de forma definitiva todo aquello que pueda significar diversidad.
El dirigente camboyano Pol Pot, en nuestra historia reciente, con sus yemeres rojos, ha exterminado a dos millones de personas en aras a una ideología comunista, donde la tortura y la barbarie han sido el destino de un pueblo, en el que el llanto y la muerte eran amantes inseparables. El simple hecho de llevar gafas ha sido considerado, durante décadas, un símbolo de burguesía a la que había que desterrar como fuere.
También, en nuestra historia reciente, ciertos sectores yihadistas, sostenidas por visiones político-religiosas, siguen utilizando el sendero de la inmolación el secuestro o el genocidio contra los miembros más indefensos de la sociedad (recuérdese nuestro 11 M o el atentado de las Torres Gemelas)
Por tanto, El testimonio de Breivik es directamente proporcional al odio que puedan inspirarle planteamientos de la yihad, especialmente de la red terrorista de Al Qaeda.
En nuestro país la imposición de ideologías independentistas ha arrasado, sesgado, mutilado y masacrado a miles de ciudadanos indefensos.
Va a ser que no. no me lo creo que sean locos ni fanáticos, es la maldad del que lleva pólvora en la sangre. No le demos vueltas con psiquiatras demócratas (lo digo con todo el respeto para los demócratas y los psiquiatras), pero estos últimos saben perfectamente que existen seres esclavos de la crueldad a la que veneran desde que nacen.
Por ello, diría Cernuda en unos versos, “en vida y en muerte pagaréis largamente”.
Sabed que hoy me siento entrelazado con el dolor del pueblo noruego, con las familias a las que les han arrebatado su propia carne de forma tan miserable y traicionera, con los socialdemócratas noruegos y con los cristianos noruegos, porque este hijo de puta jamás ha sido cristiano, como no lo fue nunca Hitler.
Sabed, también, que germinará la semilla y por cada niño asesinado y las infinitas lágrimas derramadas multiplicarán por muchos millones los demócratas en el mundo.
Sabed, también, que se encenderá el desaliento entre muchos militantes ultraderechistas, que germinará la semilla y por cada niño asesinado se dividirán por mucho el número de simpatizantes y militantes de estas formaciones.
Y, por último, quiero que se sepa que voy a seguir viendo los telediarios, leyendo la prensa y oyendo la radio (a pesar de su manipulación), para poder saber el mundo en el que vivo y no permitir nunca que otros crean, piensen o actúen por mí ni en mi nombre.