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El jorge de Trigueros - www.galeriadeartelazubia.com |
Permanecer indeciso e inmóvil, sin inclinarse hacia ningún lado, en los momentos en que se reclama justicia, por parte de los que más la necesitan no lo veo ni bueno ni noble.
Los medios de comunicación se ocuparon durante gran parte del verano pasado en mostrarnos, incluso con imágenes espantosas y un compromiso profundo, la hambruna que padecía el llamado cuerno de África como antes lo habían hecho con el terremoto de Haití o como, recientemente, le han dedicado a las fechorías que mediante engaños y falsedades habían cometido determinados miembros de instituciones para arrancar a bebés de sus madres biológicas.
No hay nada más inútil que la inutilidad de la naturaleza humana, que cuando recibe este tipo de noticias el sentimiento de compasión se apodera de nosotros, pero es tan efímero que tan sólo permanece en nuestra conciencia el tiempo justo en que se nos muestra la realidad de los que padecen el horror el secuestro, el robo, la tortura, la sed, el hambre o el terror que implantan los que trabajan sólo para beneficio propio.
Por mucho que me esfuerzo en desmentirme, me indigno cuando siento que la razón y la justicia son un fracaso y la palabra el medio que las instrumentaliza, pues la naturaleza humana está sustentada en cualidades enfermizas que se alojan en nosotros de la manera más natural.
Todos nos hemos mostrado cercanos al dolor y a las reivindicaciones de los otros, pero con la máscara de la libertad en un sistema de libertades, y se nos llena la boca cuando pronunciamos el término de democracia; sin embargo, aquellos que justifican y honran a sus vencedores dirigentes, deberían entender que toda conquista económica si no va acompañada de un imperativo moral en la cooperación desinteresada internacional, es un grave retroceso de la humanidad.
No podemos vivir como los remeros que avanzan de espaldas, no podemos olvidar a esos niños que les usurparon la identidad para siempre con prácticas mafiosas (empleando la mentira y el cinismo), tenemos que secundar a esas familias que buscan a sus hijos y hermanos, aunque algunos se hayan empecinado en archivar sus causas y atender, solamente, a las manifestaciones que hacen más ruido que a las de un centenar de personas que se manifestaron frente al Ministerio de Justicia el pasado día 26; tenemos, en fin, que conquistar que la justicia sea natural y universal, pero mucho me temo que la justicia cada vez será más costosa para el ciudadano y, por consiguiente, menos natural y "más justicia para unos que para otros" con las nuevas reformas que se avecinan en "este sistema de libertades".
Los medios de comunicación se ocuparon durante gran parte del verano pasado en mostrarnos, incluso con imágenes espantosas y un compromiso profundo, la hambruna que padecía el llamado cuerno de África como antes lo habían hecho con el terremoto de Haití o como, recientemente, le han dedicado a las fechorías que mediante engaños y falsedades habían cometido determinados miembros de instituciones para arrancar a bebés de sus madres biológicas.
No hay nada más inútil que la inutilidad de la naturaleza humana, que cuando recibe este tipo de noticias el sentimiento de compasión se apodera de nosotros, pero es tan efímero que tan sólo permanece en nuestra conciencia el tiempo justo en que se nos muestra la realidad de los que padecen el horror el secuestro, el robo, la tortura, la sed, el hambre o el terror que implantan los que trabajan sólo para beneficio propio.
Por mucho que me esfuerzo en desmentirme, me indigno cuando siento que la razón y la justicia son un fracaso y la palabra el medio que las instrumentaliza, pues la naturaleza humana está sustentada en cualidades enfermizas que se alojan en nosotros de la manera más natural.
Todos nos hemos mostrado cercanos al dolor y a las reivindicaciones de los otros, pero con la máscara de la libertad en un sistema de libertades, y se nos llena la boca cuando pronunciamos el término de democracia; sin embargo, aquellos que justifican y honran a sus vencedores dirigentes, deberían entender que toda conquista económica si no va acompañada de un imperativo moral en la cooperación desinteresada internacional, es un grave retroceso de la humanidad.
No podemos vivir como los remeros que avanzan de espaldas, no podemos olvidar a esos niños que les usurparon la identidad para siempre con prácticas mafiosas (empleando la mentira y el cinismo), tenemos que secundar a esas familias que buscan a sus hijos y hermanos, aunque algunos se hayan empecinado en archivar sus causas y atender, solamente, a las manifestaciones que hacen más ruido que a las de un centenar de personas que se manifestaron frente al Ministerio de Justicia el pasado día 26; tenemos, en fin, que conquistar que la justicia sea natural y universal, pero mucho me temo que la justicia cada vez será más costosa para el ciudadano y, por consiguiente, menos natural y "más justicia para unos que para otros" con las nuevas reformas que se avecinan en "este sistema de libertades".