viernes, 5 de octubre de 2012 | Por: Pedro López Ávila

JOAQUÍN UREÑA


Joaquín Ureña-Ventana estudio-www.galeriadeartelazubia.com
 

Si Galán Polaino, uno de los mejores acuarelistas del mundo en la actualidad, se caracteriza, entre otras muchas facetas, por ser pionero en el formato de las grandes dimensiones de sus acuarelas, con un marcado sentido social y un estilo muy próximo al expresionismo, podemos decir que Joaquín Ureña es todo un despliegue de virtuoso dominio de una nueva estética en formatos de acuarela de hasta 200 x 200 cm., de una hondura en el contenido y con un lenguaje tan atrevido en su temática que sólo así tiene espacio por sí sola la figuración.

Desde 1986 su inspiración bebe del silencio interminable de los objetos que le rodean en la intimidad de su estudio, rodeado de todo tipo de objetos: el paraguas, la bolsa de papel, los pinceles, los botes de pintura, el flexo, la mesa, el sofá bajo la jarapa que lo protege y un sinfín de objetos cotidianos que anuncian la presencia de un alma que ha habitado desde siempre en ese lugar.

Sin embrago, de todos los objetos de sus interiores (que no son otra cosa sino la proyección de la intimidad de su mundo), destacan los libros, que parecen amontonados en su mesa de trabajo, o fielmente colocados en las estanterías como asideros al conocimiento y a la cordura de un alma profundamente inquieta en la búsqueda pertinaz del hallazgo.

Joaquín Ureña no es un acuarelista al uso (ni siquiera en el papel que utiliza), pues de cada uno de los objetos que pinta, en el interior de su reducido espacio, aparece el lenguaje de los sentimientos, circunstancia básica para que aparezca el arte y ,por ende, el artista. Cualquier objeto es motivo de materia pictórica que cobra vida en su pincelada.

Para Joaquín Ureña la calle parece ser un espacio hostil y antipático, por esto su mirada no nos deja observar más que a través de la cristalera de su ventana, lacada en blanco, y asomarse tímidamente la luz artificial de la farola en la calle o las luces encendidas de las ventanas del edificio colindante; el resto lo deja a la libre interpretación del espectador. Es sólo, por consiguiente, su mundo interior el que le hace compañía y reconforta; algo al alcance de muy pocos.

Ese temperamento cuidado y esmerado le permite ordenar muy bien la simetría de los objetos, para tejer una estructura geométrica firme, lógica y precisa, para conseguir armonizar de forma magistral su obra.

Sin embargo, no es sólo el orden de los objetos, ni su disposición, ni el dibujo, lo que provoca frescura al mirar, sino que imbricado a esa ordenación existe un orden plástico, en el que los colores están dispuestos de tal suerte que los tonos de luz (artificial o natural) son confortantes y los tamiza o los enfoca sobre los objetos en un contraste de colores, dispuestos con tal armonía, que podemos captar la intensidad de la luz y de la atmósfera.

Las relaciones, por tanto, entre la intensidad de la luz y el valor de las sombras las proyecta de forma total en singular.

El conjunto de las acuarelas de Ureña hay una individualidad, un sentido de las cosas y tal dominio técnico, que en la captación del detalle más nimio, parécenos que nos encontramos con un pintor hiperrealista, pero nos sorprende, cuando comprobamos, al observar el detalle, con qué maestría ha sembrado con el trazo, la duda en la mirada del espectador. La mano del oficio se deja ver en esa soltura con que maneja los hilos de la distancia.

Compartir:

1 comentarios:

Marinel dijo...

Una acuarela?
Te aseguro que a simple vista,me había parecido una instantánea,una foto vamos.
Magistral,de veras que sí.
Me gusta la intimidad que trasmite,es acogedora y sobre todo,luminosa,muy luminosa y real.
Me encanta.
Besos.