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Andrés Rueda - www.galeriadeartelazubia.com |
Si no pasásemos el tiempo estudiando y examinando a los demás, y lo empleásemos en estudiarnos y profundizando en conocernos a nosotros mismos, nos percataríamos fácilmente de la debilidad y la fragilidad de las que están hechas las piezas que componen nuestra naturaleza.
No hay nada mas consustancial al la naturaleza humana que la vanidad de la que estamos todos impregnados, mas aquellos que se dan cuenta, me parecen más perdonables, pero no se…
Opino que uno de los peores vicios que tenemos es la deslealtad, cuyo germen se fecunda en darnos más a nosotros mismos que a los demás. Así existen tanta sutilezas frívolas y vanas en el ser humano que, a veces, el hombre sólo busca renombre; conozco a algunos que buscan tanto la notoriedad, la fama y la gloria, que estas han llegado apoderarse de ellos mismos. Almas que nunca descansan mientras no obtengan el reconocimiento público, y en una de las actividades donde mejor se evidencia la vanidad es en el escribir.
Hoy, más que nunca, una parte de la población ha creado su propio periódico, a través de su página web o su propio blog, de forma tal que todo el que quiera puede expresar sus sentimientos, sus percepciones, su forma de interpretar el mundo, el conocimiento y la comprensión que tiene sobre el mismo, así como la difusión del pensamiento de otros que pasaron inadvertida y silenciosamente por la vida. A mí esto me parece muy bien, pues siempre es un mérito ejercitarse en la noble tarea creativa y de conformar opinión en lo que antes estaba reservado, casi exclusivamente, a las personas que gozaban de un reconocido prestigio intelectual.
Y me parece bien, además, porque a través de estos nuevos modelos, gracias a Internet, podemos ampliar mucho nuestro conocimiento en materias como economía, política internacional, sociología o en cualquier espacio del saber, que estaba profundamente encorsetado en especialidades, y que sólo podían ser entendidas y rebatidas por los propios individuos cualificados en el campo de las letras, las artes o las ciencias, con reconocido mérito por su labor en terrenos muy específicos de investigación (como argumentos de autoridad).
Pero, el caso es que con el paso de los años uno ha ido viendo que los meteorólogos se siguen equivocando en sus predicciones, los economistas no dan una, los médicos cambian de opinión en función a los intereses de la industria farmacéutica y las tendencias artísticas y literarias las elevan o pisotean los propios comisarios o críticos de arte o bien los jurados de los premios literarios, que nos hacen ver, en muchos casos, elementos de valor, conformando una opinión "verdadera" (según sople el viento de la industria comercial) de unas tendencias sobre otras.
Refiriéndonos a estos últimos, la memez de estos críticos y pseudocríticos ha llegado a tal extremo que en los no sé cuántos millares de obras literarias que anualmente se publican en nuestro país, en muchas de ellas se prologan recurriendo más al desprestigio facilón y a la ofensa de otras tendencias o autores, que a los aciertos o virtudes de la obra presentada, en vez de indagar el propio valor formal de todos los elementos circundantes que rodean al libro para que el autor sea reconocido por sus cualidades esenciales.
Y es que en este mundo perro que nos ha tocado vivir, nos atan más las cosas que signifiquen imperfecciones de los demás que nuestro propio mundo interior, que nuestra fantasía o que nuestra creatividad en una carrera competitiva de egos, en donde la bondad hacia los demás es un sentimiento hundido por entero, y en donde la amistad ha derivado a ser un proceso de encuentro doméstico con uno mismo.
No hay nada mas consustancial al la naturaleza humana que la vanidad de la que estamos todos impregnados, mas aquellos que se dan cuenta, me parecen más perdonables, pero no se…
Opino que uno de los peores vicios que tenemos es la deslealtad, cuyo germen se fecunda en darnos más a nosotros mismos que a los demás. Así existen tanta sutilezas frívolas y vanas en el ser humano que, a veces, el hombre sólo busca renombre; conozco a algunos que buscan tanto la notoriedad, la fama y la gloria, que estas han llegado apoderarse de ellos mismos. Almas que nunca descansan mientras no obtengan el reconocimiento público, y en una de las actividades donde mejor se evidencia la vanidad es en el escribir.
Hoy, más que nunca, una parte de la población ha creado su propio periódico, a través de su página web o su propio blog, de forma tal que todo el que quiera puede expresar sus sentimientos, sus percepciones, su forma de interpretar el mundo, el conocimiento y la comprensión que tiene sobre el mismo, así como la difusión del pensamiento de otros que pasaron inadvertida y silenciosamente por la vida. A mí esto me parece muy bien, pues siempre es un mérito ejercitarse en la noble tarea creativa y de conformar opinión en lo que antes estaba reservado, casi exclusivamente, a las personas que gozaban de un reconocido prestigio intelectual.
Y me parece bien, además, porque a través de estos nuevos modelos, gracias a Internet, podemos ampliar mucho nuestro conocimiento en materias como economía, política internacional, sociología o en cualquier espacio del saber, que estaba profundamente encorsetado en especialidades, y que sólo podían ser entendidas y rebatidas por los propios individuos cualificados en el campo de las letras, las artes o las ciencias, con reconocido mérito por su labor en terrenos muy específicos de investigación (como argumentos de autoridad).
Pero, el caso es que con el paso de los años uno ha ido viendo que los meteorólogos se siguen equivocando en sus predicciones, los economistas no dan una, los médicos cambian de opinión en función a los intereses de la industria farmacéutica y las tendencias artísticas y literarias las elevan o pisotean los propios comisarios o críticos de arte o bien los jurados de los premios literarios, que nos hacen ver, en muchos casos, elementos de valor, conformando una opinión "verdadera" (según sople el viento de la industria comercial) de unas tendencias sobre otras.
Refiriéndonos a estos últimos, la memez de estos críticos y pseudocríticos ha llegado a tal extremo que en los no sé cuántos millares de obras literarias que anualmente se publican en nuestro país, en muchas de ellas se prologan recurriendo más al desprestigio facilón y a la ofensa de otras tendencias o autores, que a los aciertos o virtudes de la obra presentada, en vez de indagar el propio valor formal de todos los elementos circundantes que rodean al libro para que el autor sea reconocido por sus cualidades esenciales.
Y es que en este mundo perro que nos ha tocado vivir, nos atan más las cosas que signifiquen imperfecciones de los demás que nuestro propio mundo interior, que nuestra fantasía o que nuestra creatividad en una carrera competitiva de egos, en donde la bondad hacia los demás es un sentimiento hundido por entero, y en donde la amistad ha derivado a ser un proceso de encuentro doméstico con uno mismo.