Decía Seneca: No hay absoluta calma más que la que da la razón".
Pero en este perro mundo llevamos ya demasiado tiempo perdiendo la razón y, por
ello, los trastornos sociales que se están produciendo en nuestros días nos van
a dar más de un quebradero de cabeza y nos van a quitar la calma.
Digo esto, porque después de las elecciones al parlamento
europeo, algunos han visto el edificio en ruinas y más de un partido político
nos van a proponer unos modelos de vida con los que jamás haya desayunado el
mundo occidental en mucho tiempo.
Cada cual está opinando lo que quiere o le conviene tras
estos resultados: desde los especializados y subjetivos analistas
políticos de los medios de comunicación, hasta los dirigentes que viven
continuamente obstinados, con su imbecilidad y estupidez natural, en seguir por los caminos que conducen al
acantilado sin ver dos palmos más allá de sus narices.
Para guardar el orden democrático es necesaria la obediencia
a las leyes que imponen las mayorías contra las minorías: Claro, que para
conseguir las mayorías se necesita de mucho dinero en propagandas electorales y
algunas truculencias que realizan los partidos para su financiación.
Por tanto, parece desmedido el acatamiento a unas leyes, que
imponen con frecuencia los vencedores de las urnas, porque van más allá de la razón universal, de
los preceptos y de la naturaleza de nuestra especie humana.
Lo verdaderamente lamentable,
en una sociedad corrompida, es ver como aquellos que se rebelan contra la
miseria, contra el hambre, contra los
desahucios ,contra el paro, contra la mentira sin disimulo y una larga lista de
injusticias de la justicia se les encorsetan en radicales de extrema izquierda.
Estos mensajes de rebeldía son, precisamente, los que
necesitan oír muchos millones de españoles que rezuman miseria y hambruna por
sus ojos, pero no el cansino mensaje, molesto y lacerante de los grandes
partidos europeos, cuyo compromiso final está ligado a la austeridad, o lo que
es lo mismo, gente sin trabajo.
Estas elecciones europeas pudieran ser la señal más honorable
de la negativa en seguir otorgándoles poder a los que han demostrado que
necesitan muchos cambios y revestimientos para la práctica pública. Deben
aprender la lección de que a pesar de que la ley electoral beneficiaba hasta ahora a los grandes
partidos, ya no podrán cubrirse con la máscara de la vergüenza presentándose
moderados y cercanos a las ideas de los otros.
Porque ahí, justamente ahí, han dejado un espacio libre para
proclamar políticas económicas intervencionistas, sin que la gente sepa que, si
esto sucediera, el estado lo devoraría todo, pero ya sería tarde.
Después de estas elecciones cada uno debe declarar con
honestidad sus ideas más claras, más vivas y más propias de sus programas
electorales.
Hay que expresar lo que se cree y lo que siente. Si no, ¡a
freír espárragos!. Expresar y denunciar con claridad, sin tener en cuenta que
es fácil errar en el hablar , pero debe quedar claro que el que habla con
libertad es porque no ha tomado nada a cambio ni ha sacado provecho de los
asuntos públicos.