domingo, 15 de junio de 2014 | Por: Pedro López Ávila

ELECCIONES EUROPEAS, OTROS MENSAJES


 Decía Seneca: No hay absoluta calma más que la que da la razón". Pero en este perro mundo llevamos ya demasiado tiempo perdiendo la razón y, por ello, los trastornos sociales que se están produciendo en nuestros días nos van a dar más de un quebradero de cabeza y nos van a quitar la calma.

Digo esto, porque después de las elecciones al parlamento europeo, algunos han visto el edificio en ruinas y más de un partido político nos van a proponer unos modelos de vida con los que jamás haya desayunado el mundo occidental en mucho tiempo.

Cada cual está opinando lo que quiere o le conviene tras estos resultados:  desde  los especializados y subjetivos analistas políticos de los medios de comunicación, hasta los dirigentes que viven continuamente obstinados, con su imbecilidad y estupidez natural,  en seguir por los caminos que conducen al acantilado sin ver dos palmos más allá de sus narices.

Para guardar el orden democrático es necesaria la obediencia a las leyes que imponen las mayorías contra las minorías: Claro, que para conseguir las mayorías se necesita de mucho dinero en propagandas electorales y algunas truculencias que realizan los partidos para su financiación.

Por tanto, parece desmedido el acatamiento a unas leyes, que imponen con frecuencia los vencedores de las urnas,  porque van más allá de la razón universal, de los preceptos y de la naturaleza de nuestra especie humana.

 Lo verdaderamente lamentable, en una sociedad corrompida, es ver como aquellos que se rebelan contra la miseria,  contra el hambre, contra los desahucios ,contra el paro, contra la mentira sin disimulo y una larga lista de injusticias de la justicia se les encorsetan en radicales de extrema izquierda.

Estos mensajes de rebeldía son, precisamente, los que necesitan oír muchos millones de españoles que rezuman miseria y hambruna por sus ojos, pero no el cansino mensaje, molesto y lacerante de los grandes partidos europeos, cuyo compromiso final está ligado a la austeridad, o lo que es lo mismo, gente sin trabajo.

Estas elecciones europeas pudieran ser la señal más honorable de la negativa en seguir otorgándoles poder a los que han demostrado que necesitan muchos cambios y revestimientos para la práctica pública. Deben aprender la lección de que a pesar de que la ley electoral  beneficiaba hasta ahora a los grandes partidos, ya no podrán cubrirse con la máscara de la vergüenza presentándose moderados y cercanos a las ideas de los otros.

Porque ahí, justamente ahí, han dejado un espacio libre para proclamar políticas económicas intervencionistas, sin que la gente sepa que, si esto sucediera, el estado lo devoraría todo, pero ya sería tarde.

Después de estas elecciones cada uno debe declarar con honestidad sus ideas más claras, más vivas y más propias de sus programas electorales.

Hay que expresar lo que se cree y lo que siente. Si no, ¡a freír espárragos!. Expresar y denunciar con claridad, sin tener en cuenta que es fácil errar en el hablar , pero debe quedar claro que el que habla con libertad es porque no ha tomado nada a cambio ni ha sacado provecho de los asuntos públicos.
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jueves, 5 de junio de 2014 | Por: Pedro López Ávila

ABDICACIÓN DEL REY DE ESPAÑA


Carles Bellosta - www.mileniumgallery.com

El pasado lunes, ante la sorpresa de todos, el Rey de España, Juan Carlos I abdicó en el Príncipe Felipe a todos los derechos y obligaciones que le confiere la Jefatura del Estado.

Estoy seguro que podría haber pasado de la lógica de las razones para continuar y soportar el peso de los que han alegado tradicionalmente fundamentos en contra de la monarquía española. Sin embargo, las presuntas deslealtades codiciosas que han sacudido a miembros de su familia a las que, a mi parecer existirían pocas excusas legitimas de defensa, han acelerado el camino para su abdicación, conforme a lo que más conviene y a la vez le es más natural a su deteriorada salud.

Personalmente, quedará grabado en mi memoria el haber detenido el golpe de estado un 23 de febrero del año 1981, a pesar de que sepa que han existido y existan teorías de la conspiración deshonestas y sucias, pero yo no tengo más remedio que creerme a los representantes políticos de la época que estaban en el Congreso (de todas las ideologías) y que han desmentido fehacientemente participación alguna de nuestro monarca. Con eso me basta.

Todos los presidentes democráticos de España han resaltado siempre que el Rey Juan Carlos I ha sido un embajador inestimable para la cohesión social, humanitaria y desarrollo de los pueblos en el mundo, así como un importante mediador que ha proporcionado significativas repercusiones económicos en favor de los empresarios españoles.

Sin embargo, nadie es responsable de los actos de los demás, incluidos hijas y yernos, como tampoco hay hombre tan justo sobre la tierra que si se examinan todos sus actos y pensamientos a luz de las leyes o de la conciencia no haya de ser juzgado y sancionado al menos más de unas cuantas veces en su vida.

A mí me importa bien poco qué tipo de relaciones más o menos amistosas haya podido tener nuestro Monarca con la princesa alemana Corinna, en todo caso, a quién debería importar sería a la Reina, pues tengo que decir que mis sentimientos siempre se han conservado inmóviles ante hipótesis o realidades que incumban a la vida privada de cada cual.

Otra cosa es que algún negocio pudiera no haber salido como insinúa algún grupo de poder, sin embargo habría que ser justos y equilibrar la balanza y, por tanto,  debería decirse también que las intercesiones de Juan Carlos I con políticos y dirigentes de otros continentes han servido como elementos coadyuvantes para el desarrollo de empresas españolas en el extranjero.

No debería guiar la pasión ni el odio a los defensores de la república, para que los más jóvenes se queden con la imagen más decadente  de la monarquía y del Jefe del Estado como si hubiera estado dedicado a la cacería de elefantes y desviado por intereses privados, pues al final la historia deja a cada uno en su sitio. Decía Cicerón: "que use la pasión el que no pueda usar la razón".

Cuando toma partido mi voluntad, no lo hace con obligación tan agradecida que mi pensamiento quede infectado. No puedo ignorar las cualidades loables que pudieran tener otras formas de gobierno, ni las reprochables a las que ahora sigo, pero Juan Carlos I ha sido durante 39 años el mejor agente impulsor de la democracia y de las libertades allá por donde fuera y merece el respeto más sentido de todos los españoles entre los que me encuentro yo. 

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