miércoles, 13 de mayo de 2015 | Por: Pedro López Ávila

JOSEP BAQUÉS

Josep Baqués - www.mileniumgallery.com

Si existe algo que caracterice a un pintor sobresaliente, como es el caso de Josep Baqués, es el profundo respeto que mantiene con las formas, pero a su vez las oníricas combinaciones de figuras que dan contenido a su obra. Si cayéramos en la tentación de etiquetar a qué corriente, estilo o tendencia sigue la obra de Baqués, nos equivocaríamos en rigor, pues no haríamos otra cosa, sino contraer su expresión plástica para hacerla vulnerable ante el tiempo.
Ser miembro de una determinada escuela o movimiento pictórico implica compartir con el resto de los integrantes una especie de promedio de capacidades, de tal manera que parezca que lo importante es la pertenencia a la corriente que pueda pertenecer su obra, y no la solvencia individual que lo aleja de ella. Y, claro está, con esta especie de rasero igualitario quedaría profundamente perjudicado nuestro artista, porque los mejores son siempre ellos solos y Baqués es radicalmente un pintor singular.
Y es un pintor singular, porque, cuando vuela y sus ideas escapan de la realidad, su alma queda quebrada en el lienzo o en la tabla; y es singular, porque con su prodigiosa memoria construye emociones que van desde la tradición a la vanguardia y desde la materia a lo transcendente.
Así, nos encontramos, con figuras femeninas que nos recuerdan el ideal de belleza renacentista italiana del quattrocento, especialmente, a La Giovanna Tornabuoni de Ghirlandaio, en la que las leyes geométricas de equilibrio alcanzan la belleza matemática.
La belleza para los pitagóricos era un número y estaba sujeta a la cuantificación y a la aplicación de la sección áurea. Pues bien, Toda la obra de Baqués está tan perfectamente ejecutada que consigue plasmar en el lienzo un equilibrio de una pulcritud desmedida, tanto en el peso cromático, cuanto en la distribución espacial de la geometría del dibujo.
El mar y la tierra se funden y se dan la mano, la cordura aparece abrazada al sueño y la naturaleza (cargada de simbología) queda integrada en un todo perfectamente armónico. Figuras femeninas con vestimentas de sedas sobre ”equus”, caracolas, aves del paraíso, ramos de flores, palomas, exóticas grullas, arlequines, variedades de frutas, cuencos, vasijas, fruteros, botellas etc., llegan a alcanzar tal sublime elevación que hasta los objetos parecen tener alma.
Por todo esto, Josep Baqués es y será guía fundamental en el arte para futuras generaciones que sepan comprender y compartir sus ideas y su imaginación.
 


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