martes, 28 de julio de 2015 | Por: Pedro López Ávila

LA COHERENCIA

                                                       
Llevamos mucho tiempo en campañas y precampañas políticas y si Dios no lo remedia esto va para largo. Uno de los términos que más viciado aparece en boca  de  unos y otros, incluidas  las opiniones de los medios de comunicación es  "coherencia" y sus derivados. Según la RAE, la coherencia es una actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan.
Ya Séneca en una de sus Epístolas decía que para reunir en una todas las reglas de nuestra vida es querer y no querer siempre lo mismo. Naturalmente, esto es imposible, pues no es siquiera necesario seguir las inclinaciones de nuestras expectativas de vida para cambiar de criterio a derecha, a izquierda, al centro, hacia arriba o hacia abajo, según nos empujen las situaciones.
Si alguien examinara de forma exhaustiva nuestro proceder en las mismas o distintas circunstancias, aislando nuestro actos uno por uno, hallaríamos con gran facilidad la incoherencia en nuestros ojos y nuestra semejanza con ese animal que cambia de color, cuando lo cambian de lugar.
No sólo nos sacuden los vientos de los acontecimientos para juzgar de una manera o de otra, sino que no hablamos de nosotros mismos de la misma manera, en función al que tengamos en frente. Por tanto, si argumentamos, razonamos  la mentira y nos promocionamos de formas distintas ante los demás será porque no nos vemos siempre el mismo semblante.
La fragilidad de la naturaleza humana permite que todas las contradicciones se den en los hombres, no de forma esporádica, sino como algo frecuente y yo diría que consustancial a nuestro existencia. Sin embargo, nos presentamos como personas coherentes, aunque empleemos distinto discurso y, por el contrario, juzgamos con inmensa severidad a los demás, a pesar de no haber seguido el rastro de sus vidas ni larga ni atentamente.
Por eso, cuando vamos sin saber a dónde y nos dejamos llevar como las cosas que flotan sobre aguas bravías, en busca de nuestros intereses particulares, siempre justificamos las incoherencias de los que seguimos como auténticos peleles, a pesar de que aquellos transformen sus propios pensamientos y abandonen los principios que profesaban. Así, lo único que conseguimos es dejar la carga que nos pesaba para recoger otra más pesada y alienante. O lo que es lo mismo: dejar a los que dirigen o pretenden dirigir la cosa pública a  que decidan sobre  nuestras vidas como si fuéramos muñecos de trapo, según sus enmascarados intereses, plagados de crueles mentiras patológicas
De esta guisa, siempre se repite el mismo esquema, esto es, que los que  siempre salen perdedores son los más débiles y, cuando hablamos de estados, no son precisamente sus legisladores los más frágiles con las leyes aprobadas, sino muy al contrario, es la población más desprotegida la que siempre es víctima de los dispendios, latrocinios y abusos de  los que ordenan o desordenan al mundo (revolviéndolo todo),  con el único objetivo de salvaguardar sus intereses particulares o la de sus aliados en la misma causa.
¿Podríamos asegurar falta de coherencia, en rigor, del primer ministro griego, Alexis Tsipras, después de convocar un referéndum, solicitando a su partido y a sus seguidores el no a las condiciones del rescate a Grecia, impuesto por la "troika", y habiendo sido   apoyado por más del 61% de los votantes, acepte a los pocos días un acuerdo en peores condiciones (según algunos expertos), contraviniendo la voluntad popular?
Aparentemente para la muchedumbre puede que sí, pero justo habría que decir que a los que vimos ayer excesivamente osados, no sería de extrañar que mañana los veamos temerosos, por la necesidad o por las circunstancias contrarias. De esto no se libran ni las personas ni las instituciones ni los pueblos.
Tsipras sabe perfectamente que ha dinamitado a Syriza, su propio partido,  que se ha ganado el odio eterno de una población que confiaba en él y en el dracma como salida airosa, que se ha creado más disidentes que partidarios (entre ellos el propio ministro de finanzas, Varoufakis) y que posiblemente se ha automutilado políticamente como Edipo Rey en la tragedia de Sófocles.
Pero, tampoco Tsipras ha querido ser el héroe épico de la  Chanson de Roland, invitando a todos los ciudadanos para pensar como guerreros contra Alemania, porque no podía ser… Tampoco quería asemejarse a Rolando, el héroe francés, que de manera incomprensible, se condenó por pundonor militar a morir junto a veinte mil guerreros  por no pedir el auxilio necesario.
Tsipras no es un traidor, por mucho que se empeñen en presentárnoslo así los que mejor harían en hablar de sí mismos, si supieran replegar su opinión tanto como extenderla. Tsipras es un patriota que no ha querido dejar ni un día más al pueblo heleno en bancarrota, necesitaba  liquidez para los ciudadanos de a pie, aunque haya tenido que recurrir a prestamistas para pagar la deuda de la deuda.
Ahora veremos si la Merkel y sus amigos cumplen con el compromiso de solidaridad, toda vez que el compromiso de la responsabilidad ya está cumplido con creces.

Publicado en periódico IDEAL el 27-7-2015
Compartir: