sábado, 21 de noviembre de 2015 | Por: Pedro López Ávila

El nuevo parlamento catalán

"Complejidad" de Diego Canca - www.mileniumgallery.com

Opinaba, en un artículo anterior que la sociedad catalana estaba tan dividida ideológicamente que iba a ser muy complicado bajar de la burra a los dirigentes de los partidos soberanistas catalanes para no proseguir en su ‘clarividencia secesionista’. Todo ello, a pesar de la derrota de los partidos ‘juntos por el sí’ y, por consiguiente, me parecía que esto iba para largo.
Efectivamente, está claro que los que están dispuestos a vivir de la política y a no perder lo que han conseguido de ella han inoculado el virus de que los problemas económicos y sociales que está padeciendo el pueblo catalán (el mismo que el de otras comunidades y países) se resuelven con la independencia de Cataluña.
De esta manera, tan sólo un mes tardaron, los que entran de lleno en lo sucio, para que el nuevo Parlamento Catalán iniciara el proceso de «desconexión con España» y, cómo no, socorridos por los otros, llámense Candidaturas de Unidad Popular, que se les llena la boca de socialismo revolucionario y anticapitalista, y que se muestran muy partidarios del pueblo, pero pactan con partidos imputados en casos de flagrante corrupción. Es decir, pactan al precio que sea con dirigentes que se corresponden con una derecha que tiene instruidas decenas de causas por corrupción (que se ven a sí mismos como águilas, cuando en realidad no son más que gallinazas). Algo así, como si el Ku Klux Klan solicitara los votos a los afroamericanos y estos se los entregaran tan tranquilamente.
Pues bien, a pesar de todo ello, en un acto de inconsciencia y locura, el nuevo Parlamento catalán ha iniciado el proceso de separación de Cataluña del resto España como si aquella fuera una colonia sometida por esta. Peor aún, sin estar constituido el Parlamento en sus órganos de gobierno, inician el proceso constituyente, como república independiente, con el punto de mira puesto en la desobediencia a las normas generales del Estado español al que no se le reconoce su legitimidad.
Claro, que más de la mitad de los catalanes, que sí reconocen la legitimidad de las leyes españolas, tendrán el mismo derecho a desobedecer las leyes que emanen del Parlamento catalán, digo yo, y por consiguiente, democráticamente tendrán el mismo derecho a la desobediencia y no reconocimiento de la nación catalana.
Con todo tipo martingalas, estos martilleadores de palabras y manipuladores de la historia, de la realidad y de las leyes, en las que a decir de algunos medios, presuntamente, han colaborado, para que otros amontonen de forma ilícita más de tres mil millones de euros, en connivencia con miembros de su partido o de otros partidos (cualquiera sabe), pretendan ahora culpar al resto de los españoles de sus desventuras en un acto de irresponsabilidad absoluta.
Sin embargo, lo que más llama la atención, es cómo con sus cínicas y falsas propagandas, han logrado en muchos catalanes infundir el sentimiento de que todos sus males sociales y económicos provienen de los demás, nunca de los dispendios de las políticas antisociales de sus mandatarios, de tal forma, que todo el que no piense como sus «jefes», está engañando al mundo.
No existe la reflexión ni la autocrítica en sus partidos políticos y, si se hurga un poquito en ellos, encontraremos que no son más que inteligencias hundidas y perdidas en la codicia más absoluta y estúpida, que algunos han elegido el sendero de la huida personal al precio que fuere y que han tenido la suerte de encontrarse como aliados en su camino a parásitos y aduladores que, presuntamente, también quieren hacer negocio con política de baja ley que limita con el surrealismo.
El pueblo catalán va a pasar un auténtico calvario, durante mucho tiempo, fundamentalmente, con estas autoridades con las que han hecho causa común: con este ‘genio’ medio abstruso, de colmillo retorcido, mirada de jabalí y cejas a lo Zapatero; con los que se declaran anticapitalistas, antieuropeos y quieren que Cataluña salga del euro; con los que se arrogan la extraña gloria de ser desgreñados y andrajosos; con los tránsfugas; con los que han instrumentalizado el independentismo para no ir a la cárcel y, sobre todo, con los que pertenecen a la rama de los intransigentes que, me parece, hoy se les llama integristas.
Las tropelías que se han venido cometiendo durante mucho tiempo contra aquellos que no se sentían independentistas, parece que se va a instalar definitivamente, durante mucho tiempo, en la sociedad catalana por los cultivadores del despotismo y del nepotismo, expertos oradores de garrulerías al servicio del capitalismo y del anticapitalismo. En fin, de confusiones extraordinarias, pero unidas.
Ahora ha llegado el momento más importante de nuestra historia contemporánea, ahora hay que hacer mucha pedagogía política en Cataluña y en España. No valen los discursos cargados con un énfasis casi castrense y de arengas contra los catalanes. Hay que tener más sensibilidad con los problemas sociales y económicos de nuestra patria, porque de lo contrario, largo me lo fiais y los problemas se encapsularán hasta que algún día sean irresolubles.

Artículo publicado en Ideal el martes 17 de noviembre de 2015




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