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Albert Sesma - Gran Vía de Madrid www.galeriadeartelazubia.com |
A veces es desolador pasear por el centro de nuestras ciudades y encontrarnos como los pocos comercios que van quedando se hallen prácticamente vacios, mientras los transeúntes apenas si dirigen una lejana mirada a los escaparates.
Quizá nuestros ojos se dirigen antes a otros comercios casi derribados, de polvorientos cristales, en los que suele haber un cartel con un letrero que dice: se vende, se traspasa o se alquila junto a un enorme un número de teléfono.
Nuestras ciudades, cada día que pasa, nos muestran una imagen más cadavérica, en donde sólo quedan algunos vestigios de lo que fuimos, no hace tanto, en determinados bares, generosos en la tapa para poder competir, sostenidos por una clase media cada vez más empobrecida que camina de manera irresoluble hacia su desaparición.
A veces, si uno entra en un determinado comercio, al iniciar una conversación con algún propietario (antes se solía comenzar hablando del tiempo), y se pregunta algo así como ¿Qué tal? ¿Cómo van las cosas? Las respuestas suelen ser tan demoledoras y cargadas de angustia como fulminantes: No hay un duro. Quiero suponer, que estas no signifiquen actos fallidos, haciendo alusión a la antigua moneda.
Estos tíos se lo han llevado todo, continúan diciendo, como una formula fraseológica ya acuñada que define la situación en la que está inmersa la sociedad española, y como una especie de monólogo improductivo arremeten despotricando contra los políticos, los banqueros y todas las instituciones. Supongo que como catarsis imprescindible, ante el hipotético comprador que entra en su negocio, sea conocido o no, y así sofocar la indignación y la furia que llevan dentro en un totum revolutum, y en el que no dejan títere con cabeza.
Me parece que esto aprovisiona a los propietario de los comercios de la energía necesaria para sobrellevar interminables días, al comprobar que al finalizar las jornadas, sólo tocan a viento y humo en el reparto de ganancias.
Y es que la forma en la que hemos vivido nuestra historia reciente da para mucho. Así, por ejemplo, si nos remontamos al Gobierno de Felipe González, cuando se destaparon algunos casos de corrupción política y tráfico de influencias, existía en una especie de conformismo en la sociedad, puesto que "los otros", se decía, habían robado durante 40 años. Paupérrima argumentación, digo yo, pues a saber quiénes eran los otros, ya que posiblemente muchos fueran los padres de estos y, por supuesto, la virtud no consiste precisamente en justificar conductas inmorales comparándolas en su grado con otras también inmorales. Pero, claro, eran otros tiempos en la que "España iba bien".
No existe tal bipartidismo de unos y otros como nos quieren hacer creer. Hoy sólo existen los mercados, que están conduciendo a los pueblos y a sus soberanías a la ruina económica y moral.
El caso es que a España, a Grecia, a Irlanda, a Portugal, a Chipre a Italia y a otros muchos países les han dado de espaldas sus políticos, que han quedado para agacharse a recoger los excrementos de la Merkel, que a su vez se agacha para recogérselos a otros, cuyos rostros no son tan visibles. Lo que no sabe esta gentuza o no le interesa saber es cómo va acabar todo esto. Yo me malicio que muy mal. Ojalá que me equivoque.
Quizá nuestros ojos se dirigen antes a otros comercios casi derribados, de polvorientos cristales, en los que suele haber un cartel con un letrero que dice: se vende, se traspasa o se alquila junto a un enorme un número de teléfono.
Nuestras ciudades, cada día que pasa, nos muestran una imagen más cadavérica, en donde sólo quedan algunos vestigios de lo que fuimos, no hace tanto, en determinados bares, generosos en la tapa para poder competir, sostenidos por una clase media cada vez más empobrecida que camina de manera irresoluble hacia su desaparición.
A veces, si uno entra en un determinado comercio, al iniciar una conversación con algún propietario (antes se solía comenzar hablando del tiempo), y se pregunta algo así como ¿Qué tal? ¿Cómo van las cosas? Las respuestas suelen ser tan demoledoras y cargadas de angustia como fulminantes: No hay un duro. Quiero suponer, que estas no signifiquen actos fallidos, haciendo alusión a la antigua moneda.
Estos tíos se lo han llevado todo, continúan diciendo, como una formula fraseológica ya acuñada que define la situación en la que está inmersa la sociedad española, y como una especie de monólogo improductivo arremeten despotricando contra los políticos, los banqueros y todas las instituciones. Supongo que como catarsis imprescindible, ante el hipotético comprador que entra en su negocio, sea conocido o no, y así sofocar la indignación y la furia que llevan dentro en un totum revolutum, y en el que no dejan títere con cabeza.
Me parece que esto aprovisiona a los propietario de los comercios de la energía necesaria para sobrellevar interminables días, al comprobar que al finalizar las jornadas, sólo tocan a viento y humo en el reparto de ganancias.
Y es que la forma en la que hemos vivido nuestra historia reciente da para mucho. Así, por ejemplo, si nos remontamos al Gobierno de Felipe González, cuando se destaparon algunos casos de corrupción política y tráfico de influencias, existía en una especie de conformismo en la sociedad, puesto que "los otros", se decía, habían robado durante 40 años. Paupérrima argumentación, digo yo, pues a saber quiénes eran los otros, ya que posiblemente muchos fueran los padres de estos y, por supuesto, la virtud no consiste precisamente en justificar conductas inmorales comparándolas en su grado con otras también inmorales. Pero, claro, eran otros tiempos en la que "España iba bien".
No existe tal bipartidismo de unos y otros como nos quieren hacer creer. Hoy sólo existen los mercados, que están conduciendo a los pueblos y a sus soberanías a la ruina económica y moral.
El caso es que a España, a Grecia, a Irlanda, a Portugal, a Chipre a Italia y a otros muchos países les han dado de espaldas sus políticos, que han quedado para agacharse a recoger los excrementos de la Merkel, que a su vez se agacha para recogérselos a otros, cuyos rostros no son tan visibles. Lo que no sabe esta gentuza o no le interesa saber es cómo va acabar todo esto. Yo me malicio que muy mal. Ojalá que me equivoque.