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José Galán Polaino - www.mileniumgallery.com |
Es
frecuente hoy día tropezarnos con gente de toda condición social que no
encuentra otro motivo de conversación que denostar a la clase política en
general. Muchas veces con motivos más
que fundamentados o justificados.
Sin
embargo, me escandaliza cuando la crítica proviene de los patológicamente
profesionales del trincar, sin ser políticos.
Hoy
voy a referirme a estos últimos, a los que miden su grado de satisfacción con
los dirigentes o partidos políticos según los frutos que recojan.
Para
mí estos individuos responden a perfiles calculadores, crueles y
enfermizos, que procuran la amistad, sin ningún tipo de honradez moral o
intelectual con los poderosos o con los legisladores. No tienen más objetivo
que su propio provecho, sea público o privado.
No
han conocido nunca el lenguaje de la verdad: lo que la persona es y pensar como
especie; de tal manera que han desarrollado sus fuerzas y sus vidas
exclusivamente para acumular dinero y adquirir bienes.
El
problema que tienen estos prójimos es que estiman las cosas mientras las
persiguen, pero cuando las consiguen las
menosprecian, con lo que siempre están al acecho como las águilas carroñeras de
encontrar una próxima presa.
No
son conscientes de que lo más importante que nos da la vida es vivir, y la vida
es tiempo, y en el tiempo hay que encontrar la felicidad.
Pero
en sus corazones no se puede albergar la palabra felicidad, porque la felicidad
no es una cuestión material. Son, por consiguiente, indigentes espirituales:
sin emociones, sin fantasía; sin el arte, o la poesía. En fin, huecos en su vida interior y con una pobreza
más severa que la material. Séneca dijo: "pobres son aquellos que
necesitan de mucho".
Sin
embargo, estos sarnosos y peligrosos malpensantes, que siempre están ideando
algo nuevo, han desatado tantas fuerzas en la consecución de lo material que al
final lo material los gobierna a ellos.
Por
eso gran parte de su tiempo lo dedican a despotricar y a arrasar en los foros
que consideran idóneos toda decisión legislativa que vaya en contra de sus
ganancias o de las metas que tienen marcadas. Para ellos todos los políticos
son iguales en cuanto rozan levemente con sus fines.
Yo
soy muy reticente con estos melindrosos,
amantes de la astucia para el beneficio, de la especulación y de los mercados,
y que llegan a autodenominarse competitivos. Cuando abren la boca
exclusivamente para medrar, me producen tal repelús que me hacen pensar que si
todos los políticos son iguales, es porque existen ellos; pues, a fin de
cuentas, la estructura jurídica de una sociedad se construye a su manera.